Una mansión que acoge infinidad de orgías (8) (2ª parte)

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La segurata estaba tan salida (viendo las guarradas que los ayudantes de los maestros exponen con tanta lascivia), que se puso de inmediato manos a la obra con sus putos, los cuales ya tenían sus rabos en posición de firmes.

Al rubio de ojos azules lo mandó tumbarse en el suelo. Marisol lo montó, dándole la espalda y metiéndose por el culo la verga del mancebo. Bombeó con rabia aquella tranca, durante unos minutos. Después se recostó un poco y ordenó al calvo de barba copiosa que se la metiera en el coño. Estuvieron practicando este peculiar sándwich un buen rato. El pelirrojo escuchimizado en ocasiones le metía el rabo en la boca a Marisol y otras veces hacía de mamporrero, metiendo en sus orificios correspondientes las pichas que por descuido se salían y lamiendo los bajos de los tres actores en acción.

Marisol decidió darse la vuelta. Ahora en el suelo se colocó el pelirrojo. La segurata se enchufa su verga en el coño. Se inclina un poco para lamer los pezones y el cuello al chaval. El rubio, aprovechando que Marisol tenía en pompa y bien abierto el trasero, se le acerca y la ensarta por el culo en dos estocadas. Con esta modalidad de sándwich (a diferencia de la modalidad anterior), es el esfínter anal el que recibe con furia las emboladas, mientras que el coño solo se limita a albergar la polla. El chico de abajo apenas se puede mover y bastante hace con conseguir que la polla no se desinfle.

La chica besa al pelirrojo y le lame las orejas. El calvorotas se coloca enfrente, para que Marisol le haga una felación. La muy guarra no se lo piensa dos veces y engulle aquel falo de 18 cm, al completo. Estuvo practicando una buena garganta profunda con aquel rabo alrededor de un cuarto de hora. Las babas que se le iban escurriendo por la comisura de los labios y deslizándose por los huevos del barbudo, caían en la cara del pelirrojo. Marisol, en ocasiones, se sacaba la polla de la boca y soltaba unos abundantes y espesos espumarajos sobre la cara del chivo expiatorio.

–Abre la boca y trágatelo todo. Es un alimento muy nutritivo, mi amor –le dijo al mancebo escuchimizado, guiñándole un ojo.

Decidieron cambiar de postura. En esta ocasión lo harían de pie. Marisol se cuelga del pescuezo del barbudo y con sus piernas lo abraza por la cintura. El fulano se la clava en el chocho. El rubio se coloca detrás de ella y abriéndole bien las nalgas se la calca por el culo. Hicieron un sándwich, pero esta vez de pie. Marisol levitaba, los chicos la sujetaban por los muslos, nalgas o por la cintura. Entre los dos podían, con cierta comodidad, manejar bien a aquella hembra endiosada.

El pelirrojo se coloca bajo palio y va lamiendo todo lo que se le pone a tiro. Cuando algún rabo se sale, el chaval le pega unos cuantos chupetones y lo vuelve a incrustar en su agujero correspondiente.

Los chavales sudaban lo suyo dándole fuelle fuerte a la chica. Los dos, a un tiempo, la clavaban y desclavaban de sus respectivos orificios. Sincronizan sus movimientos de emboladas. Marisol empalmó tres orgasmos seguidos. Tan intensas fueron sus corridas, que le provocaron unos espasmos salvajes. Su squirt no se desperdiciaría. Lo recoge el pelirrojo en su boca. Coloca los morros al modo de estar bebiendo de un botijo. También lame los cachos de polla que van quedando a la vista y los huevos de sus compañeros, buscando restos de squirt. Lo paladea, saborea y después se lo traga todo. ¡Es el mejor champagne del mundo!

A los veinte minutos de estar trajinándose a la hembra en esta posición, los chicos deciden ponerse de acuerdo y correrse al unísono. Se concentran, y al rato, inundan las entrañas de esta zorra insaciable de una ingente cantidad de esperma. Después de correrse siguen con sus pollas en el interior del coño y el culo de la potranca, hasta que, con el paso de los minutos (al volverse flácidas), fueron saliendo de sus escondrijos ellas solas. Detrás de ellas salieron unos buenos chorros de líquido viscoso. Los que salían del chocho mantenían su original color blanco, pero los que lo hacían por el trasero, eran de un color más oscuro, como de café con leche.

El guarro pelirrojo lo sorbía y tragaba todo con sumo placer. Los chicos seguían sujetando a la furcia en aire, para que el pelirrojo pudiera lamerle el ojete y el conejo a gusto, buscando los restos de las cuajadas de sus colegas. También chupeteó los capullos de sus pichas, extrayendo las últimas gotas de oro blanco.

Cuando Marisol se bajó de su particular tiovivo, se puso de rodillas y le comió el rabo al pelirrojo. Este estaba tan cachondo que se corrió enseguida. Marisol hizo unas gárgaras y luego escupió en una copa toda la lechada. Volvió a meterse todo el líquido en la boca y volvió a hacer otra sesión de gárgaras. Lo escupió en la copa. Esta vez había más contenido, pues al semen había que añadirle una buena cantidad de saliva espumosa. Marisol puso en práctica una tercera sesión de gárgaras, volviendo a sorber el líquido de la copa.

Cuando lo escupió por tercera vez, la copa estaba prácticamente llena de semen y espumarajos. La golfa se lo dio a beber al pelirrojo. Este se tragó todo, sin dejar una sola gota en el interior de la copa. Los restos de semen y saliva espumosos que quedaron pegados en los laterales de la copa, los recogió con un dedo y se lo fue chupando.

Marisol quedó encantada con este chivo expiatorio. Contactaría con él sin dudarlo, para otros encuentros. No es fácil conseguir a un excelente cuckold con el cual poner la guinda a una morbosa y excitante sesión de sexo duro. Se despidió de los tres dándoles un fabuloso morreo y les agradeció la sesión de sexo que le habían regalado.


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