Una enfermera muy eficiente (2ª parte. Final)

Por
Enviado el , clasificado en Adultos / eróticos
287 visitas

Marcar como relato favorito

Al día siguiente la misma historia. Pero esta vez, cuando me la estaba mamando y la vuelven a llamar para no sé qué recado de los cojones, la sujeto del cabello y le digo:

–¿No te enseñaron en la Facultad que antes de empezar otro trabajo primero hay que rematar la faena que se tiene entre manos? De hoy no te libras. Vas a saborear mi lechada y tragarte hasta la última gotita que salga de mi uretra. Me queda un minuto para correrme, después vete a donde quieras. Eres una cerda y a las chicas como tú hay que llenarles la boquita de leche merengada.

Mientras le decía todas estas cochinadas para excitarme al máximo y correrme pronto, ella no hacía más que resoplar y bufar de lo cachonda que se estaba poniendo con la situación. Además, le excitaba mucho que le llamara cerda y guarra.

Se metió una mano dentro del pantalón del uniforme y como que comenzó a frotarse el higo. Se corrió prácticamente al mismo momento que yo.

Mientras eyaculaba en su boca ella experimentaba unos espasmos, fruto de su propio orgasmo, que le obligaban a cerrar los maxilares superior e inferior y morderme la polla con fuerza. Al mismo tiempo que me corría como efecto de un placer inmenso, a su vez, experimentaba un dolor atroz por la fuerte dentada que me estaba infligiendo por su incontrolada rigidez maxilofacial. Algo de lefa se tragó, pero la mayoría se le salía por la comisura de los labios resbalando por la barbilla y por mis huevos.

Al día siguiente, por la mañana, Paula no apareció en mi habitación. Pregunté por ella y me dijeron que ese día hacía el turno de noche. Aquella mañana me aseó una enfermera de 60 años muy ruda, con cara de pocos amigos. Yo extrañaba a mi Paula y sus masajes.

Por la tarde vino mi chica a visitarme. Ella estaba enterada de todo pues somos una pareja abierta, muy liberales y muy putos. Cuando me preguntó qué tal la mañana, le contesté:

–Muy bien, casi no tengo dolor ya. Pero esta mañana no vino Paula, hoy hace el turno de noche.

–Pues quiero que cumplas como un hombre esta noche. Tírate a esa furcia, sácale la tontería –fue su contestación y claro, los deseos de mi mujer son órdenes para mí.

Mi mujer, aprovechando que tenía el piso para ella sola aquellas noches, se iba llevando a diversos amigos, para que le calentaran la cama y la enfriaran a ella. No le gusta dormir sola. Yo, con mi eficiente enfermera Paula, intentaría hacer lo mismo. Tenía mucho esperma acumulado y quería descargarlo en ella.

Por fin llegaron las 22 h. La voz de Paula ya se escucha por los pasillos. En esto que asoma su rostro por la puerta y me pregunta:

–¿Qué tal el día?

–Bien, pero te echaba de menos –le digo.

–¡Ay, zalamero! Más tarde vengo por aquí y me cuentas –y se despide con un guiño de ojos tan sugerente que me activó el miembro. Ella venía con ganas de guerra. Sus intenciones eran las mismas que las mías.

Ya pasadas las 00:30 h, aparece por el umbral de la puerta. Me comenta que su compañera de turno ya se acostó y que ella venía a hacerme un poco de compañía.

Entonces, después de una escueta charla sobre lo que hicimos durante el día, la comienzo a acariciar y le beso el cuello. Ella se deja. Mientras, acerca una mano a mi entrepierna por debajo de las mantas y me la soba. Yo le pido que me monte, que me cabalgue como una buena jinete. No se lo piensa dos veces y en cinco segundos se quita la casaca, el pantalón, el sujetador y las bragas. Se mete conmigo en la cama, se sube a mi polla y se la calza de una embestida. Tenía el chocho tan caliente y mojado que no le costó ni un segundo zampársela entera por su boca inferior.

Comienza la follada con un ritmo medio, un empellón cada dos segundos, para poco a poco ir subiendo el ritmo. Al mismo tiempo, nos besamos y lamemos con una pasión desbordada todo el rostro, orejas, cuello y pezones.

A ella se la nota acalorada. Jadea y resopla mientras comienza a sudar por la frente. Sus gafas se empañan y se las quita. Observar su cara de vicio no tiene precio, casi babeaba.

Ahora ya me folla a buen ritmo. Nuestros pubis chasquean con fuerza. Al cabo de unos diez minutos suelta un alarido y me muerde con garra un hombro. Era la señal que yo estaba esperando. Entonces, aprovechando sus últimos espasmos y contracciones vaginales, la agarro por las caderas y, acelerando el ritmo que Paula comenzaba a bajar, consigo llegar al clímax. Le riego bien las paredes internas de su concha y empujo con fuerza, intentando mandarle el máximo de esperma posible a su útero. Buscaba dejarla preñada. Que le quedara un bonito recuerdo de nuestro encuentro.

Nos quedamos abrazados y acurrucados hasta que nos invadió el sueño.

Sobre las cinco de la mañana vino la compañera a despertarnos. Le dijo a Paula que se fuera arreglando, que era tarde y que había que hacer la ronda final por las habitaciones antes de terminar el turno.

Paula me comentó que esa mañana me darían el alta. Me dejó su número de teléfono anotado en un posi sobre mi mesilla y me dijo:

–Llámame para quedar algún día e ir al cine o a cenar. No me importa que estés casado.

–Por supuesto que te llamaré. No es fácil encontrar una enfermera tan eficiente y complaciente como tú en estos tiempos –le aseveré.

Fuimos amantes durante un largo tiempo, hasta que un buen día Paula se echó novio. Este estaba en contra de las relaciones abiertas y ella decidió romper con lo nuestro.


¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales

Denunciar relato

Comentarios

COMENTAR

(No se hará publico)
Seguridad:
Indica el resultado correcto

Por favor, se respetuoso con tus comentarios, no insultes ni agravies.

Buscador

ElevoPress - Servicio de mantenimiento WordPress Zapatos para bebés, niños y niñas con grandes descuentos

Síguenos en:

Facebook Twitter RSS feed