BRITA

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                                BRITA

   Se podría comenzar esta narración como hacen en las malas películas que quieren granjearse un buen pellizco en las taquillas, y lo consiguen con el rótulo que reza "basada en hechos reales", independientemente de la veracidad, la originalidad o la creatividad del guión en sí. Los párrafos que siguen son un hecho real y tienen por base la propia realidad, y aunque uno quisiera poder realizar la utopía de viajar hacia el pasado, maldice las leyes físicas que hacen imposible quebrar mediante un bucle temporal el ahora con lo que fue, con el imperfecto pasado.
   Él se angustió. Vino de nuevo con sus pasos tímidos, dubitativa, colocando una pierna delante de la otra por el alfombrado recibidor del despacho de la rambla de Catalunya. El cabello intensamente rubio de media melena, su piel nacarada, aquellos deslumbrantes ojos azules de mar, los labios discretamente pintados de rojo. Se quedó delante de él con un gesto ligeramente encogido, las elegantes gafas sujetas entre los dedos de la mano, casi escondida bajo la luz de la lámpara de la mesilla de la entrada. Brita, con los documentos en la mano, como otras muchas veces, interrogativa, expectante, luminosa con su sonrisa, en aquel discreto recibidor del despacho de la rambla de Catalunya. Y su mirada se hace interior (de ella) e interior (hacia él) indagatoria (su voz suave, melosa, de oportunidad, de medios, de objetivo... con aquel agradable acento alemán.
Ella puede haber tomado la decisión de su necesidad, pero él es ahora quien se encoge. «». Entiende y siente la corriente magnética entre ambos. Es una mujer bella, dulce, ligeramente más mayor que él. Sus abrazos, sus besos, las caricias... todo posible; el calor de los abrazos, el sabor de los besos, el aroma de su cuerpo. La desea, pero no se atreve; ambos viven en pareja.
Una y otra vez se produce el juego de las miradas, la breve conversación, el campo de tenis de su sonrisa, el cruce de las piernas, como una horquilla delicada, la cabeza en ángulo de infantil ternura, de protección, y el roce de los dedos en el brazo, contenidamente, una eternidad de contacto.
Brita va más allá, rompe fronteras; tomar un café, cuando tengas tiempo, otro día... Y él levanta un tabique. En el coche, ve, supone...y se niega.
Ahora, transcurridos los años, lamenta su impericia, su carencia de habilidad, su no astucia. Confundió las cosas, desconocía la diferencia entre la elección eléctrica del sexo tierno con la ternura del amor posible. La disyuntiva de saber amar fagocitó el amor sabido. Despreció a la propia vida, a la diosa Fortuna, la diosa de la mutua satisfacción, dilapidó momentos, gices, necesidades, la fraterna solidaridad de los cuerpos, el espasmo de lo sabroso, el oxígeno.puro de los sentidos.
Han transcurrido los años. Quisiera tasgar lss partículas atómicas del presente, navegar hacia el pasado, hacia el calor de los abrazos, la seda ede los labios, el terciopelo del vientre, el espasmo placentero, los latidos compartidos del corazón... Los momentos no vuelven, se pierden irremisiblemente.
Cierra los ojos y musita con un tono desesperado; ¡Brita!


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