Una mansión que acoge infinidad de orgías (10) (2ª parte)
Por El Manso Embravecido
Enviado el 04/02/2025, clasificado en Adultos / eróticos
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--¡Cómo echaba de menos el trasero de este maricón! El placer que me provoca su estrecho esfínter es único –comenta don Benedicto, mientras separa las nalgas de su amante para entrar más en profundidad con su mástil.
El sacerdote comienza a jadear, a resoplar. A los pocos minutos suelta:
--Me corro, joder, ¿notas mi leche calentita regar tus entrañas?
--Sí, joder. Me escuece el ano. Menos mal que se corrió ya. Ahora me toca a mí –dice Rafael, que sujetándose fuerte a las caderas de su hija le pega unos buenos caderazos--. ¡Toma, puta! De aquí sales preñada de tu padre, sí o sí.
Don Benedicto suelta unas carcajadas al comprobar que su discípulo ha progresado mucho en los últimos días en la asignatura de “Depravación moral y perversión sexual”.
También su alumna Martirio está muy adelantada en esta asignatura. Cuando su marido acabó de descargar su lefa en el chumino de Ana, Martirio los desengancha y chupetea y succiona la almeja de su hija con pasión, hasta provocarle el esperado éxtasis. Se traga todo el jugo que su hija le suelta en la boca, mezclado con el esperma de su marido.
--¡Eres muy guarra, cacho puta! --le suelta Ana a su madre--. ¡Cómo me lame, relame y sorbe el chocho, esta golfa!
A Martirio le supieron a poco aquellos caldos y se dirige a los rabos de Rafael y de don Benedicto, para recoger las últimas gotas de lechada que van soltando. Los paladea y se los traga con un intenso “mmmm”.
--Don Benedicto, ¿por qué no hace una de sus llamadas y amplía la orgía? ¡Estoy desatada, joder! --le sugiere Ana al cura.
El párroco le toma la palabra y telefonea a la habitación 36. Allí hay cuatro mocetones de casi 1,90 m de altura, muy musculados y marcando tableta. Son unos atractivos gays que están practicando el trenecito. Aceptan unirse a la orgía con la condición de que las hembras presentes se vistan con ropas masculinas.
Después, don Benedicto, telefonea a la habitación n.º 40, donde hay un matrimonio de recién casados, veinteañeros, practicando sexo de forma muy insípida y les aconseja que bajen a la habitación 26 para asistir a un cursillo intensivo de sexo del bueno. Los amateurs también se unen a la fiesta.
Lucas, el guarda, tenía los ojos como platos, por lo que estaba viendo. La bragueta le pedía liberar a la Bestia. Se saca la polla y comienza a hacerse una gayola a un ritmo frenético. En esto que entra por la puerta de la garita su novia, Lourdes, de la que hablamos en el capítulo anterior. Ella, como saben, se dedica a practicar sesiones de sadomaso, que consisten en pegarle patadas y puñetazos en los genitales a sus clientes, en esta misma mansión. Al ver a su chico pajearse mientras mira aquella orgía desenfrenada, le dice a Lucas:
--Ponte de pie, contra la pared y mirando hacia mí, que te voy a hacer una masturbación de las mías.
Lucas la obedece. Lourdes le pega unas diez buenas patadas en la polla con sus botas camperas. Consigue su objetivo. Lucas comienza a eyacular mientras berrea de placer.
El segurata le pega un morreo a su chica y le da las gracias por haber llegado en el momento oportuno para aliviarle un poco la tensión acumulada, por tantas horas de visionado de sexo duro.
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