VÍAS OPUESTAS

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                        VÍAS OPUESTAS  
 
 
   Parada en el cruce de vías. El InterCity se había detenido completamente. A su alrededor viejos andenes vacíos, vías muertas, matorrales enseñoreados de raíles oxidados, un romántico vagón de madera desgastada, con listones rotos a través de los cuales la visión casi esteparia hacia que uno se sintiese huérfano...
 
El sonido creciente del convoy se acercaba. El silbato de saludo. Dentro un ligero zumbido declara a la espera como necesidad de ruta. El aire cálido de la calefacción del vagón le hizo abrir la puerta del pasillo. Volvió a sentarse. Entonces la vio. Sentada, con su bufanda de tono rosado al cuello, su cabello castaño claro revuelto. Leia..., podía ver la portada familiar: ¡La mansión de las rosas! ¡No podía ser... tamaña coincidencia!
 
Ella levantó la vista cuando su tren también se paró. Echó un vistazo despistado hacia la imagen sombra del convoy opuesto. El hombre sonreía casi infantilmente. Levantó su libro y lo acercó a la ventana. Un vuelco del corazón. Burnett Swann... ¿Casualidad o sincronicidad? Espontáneamente esbozó una sonrisa de respuesta y levantó también su libro. Ella le vio reír, casi sentía el sonido de la risa masculina. Se mesó los cabellos y no quiso despegarse su mirada d aquello ojos verdes brillantes del hombre.
 
El silbato simultáneo rasgó los sueños, quebró el mágico instante luengo... Él, raudo, tomó su notebook y escribió "Ávila" y una dirección de correo electrónico. Lo levantó y lo acercó a la ventana. Ella quedó confusa y sintió una saeta en el pecho. Volvió a sonreír, se llevó un índice a la frente en señal de memorización, luego asintió el breve instante en que las ventanillas iniciaron el camino opuestos. Él, inquieto se volvió a sentar y apretó el libro entre sus dedos nerviosos... y esperanzados.
 
Durante el resto del trayecto ella miraba por la ventana el cielo gris, cubierto por nubes bajas que prometían lluvia. No podía quitarse de la cabeza a aquel hombre con un libro exactamente igual al suyo,  extraña casualidad que hacia que ese momento quedará grabado en su memoria. El ruido de las vías había ahogado las palabras que ambos habían pensado decir en ese momento. En su memoria el nombre de una ciudad castellana y un correo electrónico. Al recordarlo, sonrió tímidamente y escribió su primer mensaje esa misma noche al entrar en casa."Hola, soy la del tren....."Y así empezó una amistad que nunca tuvo que ser definida, solo vivida, a través de correos llenos de historias compartidas y risas que atravesaban las pantallas cada día.

 


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