Me zumbé el chumino jugoso de un chico trans gay (I) (2ª parte. Final)
Por El Manso Embravecido
Enviado el 13/02/2025, clasificado en Adultos / eróticos
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Después de un buen cuarto de hora comiéndose la entrepierna, deciden colocarse en la postura del misionero. Alberto clavó su pollón en el chumino de Harry en dos arremetidas. Hacía tiempo que no experimentaba la sensación placentera y excitante de un chocho acogedor, calentito y húmedo, abrazándole el pene. ¡Estaba en la gloria!
Compaginaba su folleteo con lametones y chupeteos en los pezones de Harry.
A continuación, subió por el cuello llegando a las orejas. No paraba de lamer y chupar la piel de su amante.
Fueron cambiando de postura cada diez minutos (a cuatro patas, de lado, sentado Harry sobre Alberto de cara o dándole la espalda). En esta última postura, por fin se corre Harry, soltando unos berridos que parecía un becerro en el matadero y empapando de jugos vaginales la polla y huevos de Alberto. Este, entonces, le comenta a Harry:
–He probado tu encantadora y sensual boca, tu jugoso y acogedor chumino y ahora me toca el atravesar tu esfínter. Nunca di por el culo a nadie, pero al comprobar que no eres virgen por ahí, me da morbo el saber qué se siente al meterla por un orificio tan estrecho.
–Eso está hecho, cariño. Rómpeme el culo todo lo que quieras y córrete dentro si te apetece. Me pone mucho el sentir tu rabo tan duro y grueso perforando mis tres orificios –aseveró Harry.
Harry se colocó a cuatro patas y esperaba con ansiedad que su macho le atravesara el ano. Quería sentir cada centímetro de aquel cacho de carne calentita y palpitante en todo su recto.
Alberto se postró de rodillas y acercando su miembro al ojete de su improvisada hembra, se lo fue introduciendo, poco a poco, en el interior del trasero al guarro de Harry.
Al principio le fue bombeando el culo a un ritmo muy lento para, poco a poco, ir subiendo la cadencia de las emboladas, hasta llegar por fin, a una follada salvaje.
A Alberto le encanta la postura de que su pareja se siente sobre él dándole la espalda y sugirió a Harry ponerla en práctica. Ya la habían hecho antes, pero metiéndosela en el conejo, ahora entraría por la puerta de atrás.
Alberto se recostó en uno de los sofás del salón y Harry se posicionó en cuclillas sobre él, colocando sus pies sobre los muslos de su empotrador, y se fue hincando en el culete todo el rabo de su hombre. Alberto sujetaba por la cintura a su chico ayudándole a subir y a bajar por su largo mástil. Después, con la mano derecha le iba frotando el chichi para que Harry obtuviera su segundo orgasmo a la vez que él eyaculaba en el interior de su recto. Esto aún tardó en ocurrir, pues antes, Alberto tenía pensado disfrutar por lo menos durante veinte minutos, del taladro del culo de su chico.
¡Cómo entraba de ajustada la polla por aquel túnel oscuro! Había que tener la verga muy enhiesta, pues a la mínima flacidez, era imposible introducirla por aquella puerta.
Alberto le lamía la espalda, ya empapada en sudor, a Harry. Este no hacía más que decir:
–Me corro, cariño. Frótame el coño con tus dedos índice y corazón, con ímpetu, y pégame unas buenas estocadas con tu sable, por el culo. ¡Esto es el Paraíso, joder!
Por fin llegó el momento del clímax. Los dos se corrieron a la par. Alberto resoplaba y jadeaba con las fuertes enculadas que le endiñaba a su chico, llenando todo el interior de su recto de una buena cantidad de esperma de su cosecha. Harry, también bufaba y gemía poniendo los ojos en blanco, al tiempo que experimentaba un orgasmo brutal, como pocos en su vida.
Ya de vuelta a la cama, se acurrucaron haciendo la cucharita y se quedaron dormidos.
Alberto y Harry llegaron a una buena entente. Amistad verdadera y sexo del bueno los unieron de por vida.
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