Me zumbé el chumino jugoso de un chico trans gay (II) (1ª parte)

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Hace ya cuatro meses que Alberto y Harry se conocieron en la barra de una discoteca. Desde entonces entablaron una relación de follamigos. Alberto se fue a vivir al apartamento de Harry, ya que este disfruta de un mayor poder adquisitivo y su apartamento es mucho más amplio. Además, a Alberto, su vivienda le sigue trayendo muchos recuerdos todavía, por el fallecimiento de su mujer.

Esta noche tienen pensado ir a un pub de música ochentera. Los dos van de punta en blanco con trajes de buen corte. El de Alberto es de color gris oscuro y el de Harry, negro. Harry se dejó crecer un poco más la barba, le va la estética hípster. Los dos son muy sibaritas y buscan gente similar. Porque… sí, comienzan a sentir la necesidad de incluir a personas en sus noches de lujuria y desenfreno. Les da morbo el hecho de emputecer y amariconar a parejas que van de “normales” por la vida.

Nada más entrar en el local se encuentran que suena el “I will survive” de Gloria Gaynor, toda una premonición. Piden en la barra las consumiciones de rigor y se dan un garbeo por el pub.

Alberto observa que una mujer tiene puesta su mirada en él. El caso es que va acompañada de otro hombre. Alberto, para dejar las cosas claras desde un principio, le pega un morreo a Harry. La mujer le pega un morreo a su chico y después le guiña un ojo a Alberto. Este le comenta a Harry:

–Aquella morena que está junto a la columna central y que está acompañada, me hace ojitos. ¿Qué podemos hacer?

–Su marido está de muy buen ver. Si él acepta follar conmigo permito que tú te tires a la zorra de su mujer, si no, no. Arréglatelas como puedas.

A Harry le gusta ponerle retos a Alberto con los que estimular su imaginación. La chica estaba a punto de caramelo y Alberto no estaba dispuesto a dejarla escapar, tenía que planear algún ardid.

La pareja se iba acercando cada vez más a donde estaban Alberto y Harry. Al ritmo de la música iban acortando la distancia. Cuando estuvieron relativamente cerca, Alberto rompe el hielo y se presenta.

–Hola, ¿venís mucho a este pub? Nosotros lo descubrimos por casualidad en internet hace unos días.

La chica, si en la penumbra y en la distancia tenía una silueta de sirena mágica, de cerca gana muchos más puntos. Hace honor a su nombre: Sirenia. Su melena morena con tirabuzones, sus ojos negros y sus marcados pómulos le dan un aspecto de emperatriz griega. Lleva un largo vestido de noche color azul y unos zapatos de tacón de aguja que le dan una altura de casi 1,80 m. Su marido se llama Bruno y es todo un Thor (con su cuerpo musculado, 1,90 m de altura y con su melena y barba rubia). Rondan los cuarenta años.

–Venimos todos los sábados. Nos parece un lugar muy acogedor y ameno. Además echan música que nos trae muchos recuerdos –contesta Sirenia.

Llega la hora de las baladas y comienza a sonar “I will always love you” de Whitney Houston.

–¿Bailas? –le pregunta Sirenia a Alberto.

–Si te apetece, por mí encantado.

Quedaba claro que Sirenia y Bruno son una pareja abierta. Alberto intuye que Sirenia quiere follárselo. Tiene que idear la forma de que Bruno se interese en Harry. Mientras baila en la pista con Sirenia, observa, a lo lejos, cómo su pareja entabla conversación con Bruno.

Termina la canción de Whitney Houston y comienza “Purple rain” de Prince. Sirenia le palpa las nalgas a su conquista de finde. Alberto no pudo reprimir darle un mordisco en el cuello. La chica está muy caliente y está consiguiendo ponerle morcillona la verga a Alberto.

En esto que Alberto observa que Harry y Bruno se adentran en la pista de baile. Se abrazan y comienzan a bailar el tema de Prince. Respira aliviado, la noche transcurre rodada. Harry es irresistible y consiguió meterse a Bruno en el bolsillo. Harry y Bruno acercan sus caras y se dan un intenso morreo.

La media hora que duró la sesión de baladas, las dos parejas intercambiadas se magrearon y babearon a gusto. Cuando comenzó la música bailable otra vez, los cuatro decidieron tomar unos cubatas para refrescarse un poco. Tuvieron unas charlas en la barra. Sirenia pensaba que aquella noche se zamparía tres buenas pollas, pero cuando Harry les informó que es un chico trans y que no tiene pensado cambiar de sexo, Sirenia tampoco se disgustó. Probaría una exquisita almeja de macho, para variar.

Acordaron ir al apartamento de Harry. Una vez en él, se desinhibieron por completo y la bacanal comenzó.

Harry tenía la ilusión de poner en práctica un sándwich. Que tres hombres hagan un sándwich es algo que solo se puede conseguir si uno de ellos tiene coño en lugar de polla. Una vez despelotados los cuatro, Harry se cuelga del cuello de Alberto, lo abraza con sus piernas y le pide que le clave su rabo en la almeja. Luego le pide a Bruno que se acerque por detrás y se acople en su culo. Entre Alberto y Bruno sujetan a Harry y lo empotran con ímpetu formando un buen emparedado.

Las pollas de Alberto y Bruno eran muy similares en tamaño y grosor (unos 19 cm de largo por 14 cm de perímetro), con la peculiaridad de que la de Bruno empitona hacia el bajo vientre.

Sirenia, recostada sobre un sofá, se va masturbando viendo el espectáculo que aquellos tres maricones le están ofreciendo. Cuando se corre, se acerca a ellos y subiéndose a una mesa comienza a orinar sobre sus caras y dice:

–¡Vaya sándwich de pie que están montando estos tres sarasas! Saboread mi orina –cuando terminó de descargar su vejiga, continúa–. ¿Alguno de vosotros me quiere hacer caso y comerme el conejo?

Alberto acerca su boca a aquel chocho, el cual todavía goteaba, y se lo lame al estilo perruno. Se lo lame superficialmente, provocándole a Sirenia unos cosquilleos en la entrepierna que volvieron a ponerla a tono. Alberto compartió con Harry aquella comida de berberecho. Entre los dos le fueron lavando los bajos a aquella hembra en celo con tal entusiasmo (succionando y sorbiendo su concha con brío), que Sirenia no pudo reprimir un segundo orgasmo.

Bruno al ver las guarradas que ejecutaba su mujer con sus dos amantes, no pudo aguantar más y calzándose el trasero de Harry con saña, le descargó una buena cantidad de esperma en las entrañas. Harry también llegó al orgasmo y comenzó a berrear frases como:

–Alberto, por fin he puesto en práctica una de mis más deseadas fantasías, el ser empotrado por dos machos al mismo tiempo. Gracias, cariño, por tu colaboración. Córrete en mi coño, mi amor.

Alberto prefirió aguantar un poco más. Primero quería trajinarse a Sirenia.


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