Y así muere el amor,
con la última lágrima que salta al vacío,
emancipada del dolor de ser sentimiento para convertirse en materia y en un segundo en nada.
Así se detiene el corazón,
congelándose poco a poco,
mientras el terso músculo se vuelve rigidez.
Así se torna ausente la mirada,
con la falta del ser amado,
que ahora, solo es impreciso recuerdo.
Así se borran los besos
que ya no serán más
de aquellos hermosos labios.
Tampoco volverán los abrazos y el cariño
para siempre exiliados
del cuerpo que los añora.
Y el harmonioso sonido de esa voz
y la alegre sonrisa
también ellas idas para siempre.
Se desvanecieron como el suave tacto de esas manos,
esas que tantas veces tuve entre las mías,
y que entrelazadas se comunicaban con un lenguaje propio.
Hoy aún siento cerca y cálida tu presencia
pero mañana será difusa y fría
como la niebla al amanecer.
Eres aún esas últimas palabras
que rebotan una y otra vez en mi cabeza
y que agotadas se convertirán en polvo.
Eses vívidos momentos
que poco a poco se marchitan,
como las flores de nuestro otoño.
Esa ilusión irreductible
que lucha aun conociendo la verdad,
es decir: no será.
Y entonces surge la valentía
de avanzar cuando sabes que todo está perdido
y que inmolarse es una liberación.
Y al final hay un final,
nunca el deseado
pero si el necesario.
Y se abre una puerta,
y estás en otro lugar, desconocido y distinto,
y empezar de nuevo es tu nueva normalidad.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales