El obrero complaciente
Por DivasSensuales2.2
Enviado el 29/01/2025, clasificado en Adultos / eróticos
6070 visitas
Soy una mujer independiente y con mucho trabajo logré comprar una casa, solo necesitaba algunas reparaciones y contraté a un grupo de obreros. Ellos estuvieron un par de semanas laborando constantemente, yo los veía con atención, hombres fuertes, usando sus manos, sudando, siendo sexys sin saberlo.
Tanto trabajo me había alejado de las citas y verlos revivió la llama dentro de mí. En las noches fantaseaba con ser usada por cada uno de ellos, con ser consumida como un banquete para todos. El día que terminaron las obras supe que era mi última oportunidad y saqué la carta de dama indefensa.
Les expliqué que, por la remodelación, tenía un desorden dentro. Necesitaba a un hombre para que me ayudara con cajas pesadas y muebles desarmados que no podía mover sola. Solo uno aceptó regresar al día siguiente, le prometí desayuno, almuerzo y un buen pago por ser tan amable.
Llegó el día y desperté, me duché y maquillé. Estaba nerviosa, nunca había hecho algo así. Imaginar lo que podría suceder me excitó y me tumbé en la cama para masturbarme. Perdí la noción del tiempo mientras me tocaba, él llegó a la puerta y tuvo que golpear fuerte porque yo, metida en mi imaginación, no escuchaba nada.
Corrí a la puerta y lo invité a pasar, cuando me miró de pies a cabeza caí en cuenta que solo estaba usando una corta bata de dormir, aún no me había vestido, pero estaba tan excitada que en lugar de sentirme apenada me sentí aliviada, sin querer ya tenía un paso adelante en la seducción de este guapo individuo.
Le ofrecí desayuno y un café, se sentó en mi mesa a comer y yo decidí lavar y acomodar algunos platos. Estaba de espaldas a él, pero podía sentir como clavaba su mirada en mi cuerpo. Luego nos sentamos en el sofá y le expliqué cuáles eran las funciones por las que lo necesitaba. Él trataba de mirar las cajas y las cosas que le señalaba, pero tímidamente sus ojos se desviaban a mis senos y mi entrepierna casi al descubierto.
Pude notar que no dejaba de mover sus piernas y sus manos, estaba nervioso y ansioso por tenerme así a su lado, aproveché para invitarlo a mi habitación donde también iba a mostrarle "algo". Al entrar descubrí mis tetas y lo miré a los ojos, no fueron necesarias palabras, se abalanzó hacia mí, me pegó a la pared y comenzó a chuparlas. Mis pezones estaban duros, él los rodeó y humedeció con su lengua.
Mi cuerpo temblaba y sin más se arrodilló, levantó una de mis piernas y lamió con pasión mi vulva. Ya estaba húmeda y él con gusto saboreó mis jugos. Sentía su cálida respiración en mi vagina y él no dejaba de lamer mis labios y clítoris.
Lo tiré a la cama y quité sus botas y pantalones, él se iba a quitar la camiseta, pero era su uniforme de obrero y le pedí que se la dejara puesta, me respondió "sí, señora", dándome una sensación de poder, de dominio sobre él. Masturbé y chupé su venosa y dura verga. Que rico volver a saborear la virilidad de un hombre, no era la más grande, pero estaba deliciosa y la degusté como un manjar enviado por los dioses. Mi concha palpitaba como pidiendo también probar ese pene y le obedecí.
Subí a la cama y me puse en cuatro, él rápidamente se paró detrás de mí, por un segundo se detuvo a admirarme en esa posición, primero fue un "Wow" seguido de una nalgada, luego colocó la punta de su pene en mi vagina, mojada y caliente no puse ninguna resistencia, su miembro se deslizó dentro de mí y penetró hasta lo más profundo.
Me tomó por la cintura y empezó a empujar cada vez con más fuerza. Mantuvo un ritmo acelerado taladrando mi ser. Mis gemidos eran ruidosos, no podía controlar mis gestos, volteaba mis ojos, mis piernas temblaban y él seguía golpeando mis entrañas con su palpitante verga. No había manera de resistir, había llegado al clímax y me vine con su pene aun bombeando dentro de mí.
Él no tenía intención de detenerse, con amabilidad me jaló hacia él, besaba mi cuello y seguía entrando y saliendo. Me volteé y recosté en la cama, abrí mis piernas para él, nuestros genitales estaban empapados, nuestros cuerpos sudados y él nuevamente volvió a entrar en mí.
Esta vez comenzó lento, pero con más fuerza, cada empujón movía la cama y lo sentía cada vez más adentro, su masculinidad era lo que me tenía disfrutando como nunca. Nos mirábamos y sonreíamos, él seguía penetrando con energía. La velocidad fue aumentando y también su furia. Apretaba mis senos, sostenía mis manos, agarraba mi cuello, metía sus dedos en mi boca, cubría mi rostro con una mano. Nuevamente, un temblor recorrió mi cuerpo y con un grito anuncié un segundo orgasmo.
Él sólo pudo seguir unos minutos más y avisó estar cerca de acabar. Rápidamente lo empujé y me arrodillé junto a la cama, lo chupé con todas mis ganas y sus gemidos me hacían chupar más y más, lo metí hasta mi garganta y cuando él comenzó a moverse con espasmos supe que el momento no tardaría en llegar.
Le dije "quiero leche, dámela toda" y el repetía "si señora", abrí mi boca, saqué la lengua y la puse en la punta de su pene. Él se masturbaba con fuerza viéndome ahí entregada esperando por mi premio. Largos "Ahhhhh" se escuchaban mientras chorro tras chorro caía en mi lengua y se deslizaba a mi garganta. Tragué cada gota, incluso las que habían escapado a mi pecho.
Luego de descansar un momento, fuí a preparar el almuerzo que le prometí y él, más motivado que nunca, acomodó incluso más de lo que le había pedido. No quiso aceptar el dinero que le iba a pagar, pero lo compensé dejándome coger de nuevo al final de la tarde antes de irse.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales