Olga, la amiga de mi mujer
Por ambis
Enviado el 04/02/2025, clasificado en Adultos / eróticos
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Olga es una de las mejores amigas de mi mujer, risueña, simpática, abierta, unos ojazos azules como el mar, y ahí entramos, amigos, unas tetas y un canalillo que me trajeron loco desde que la conocí. Los encuentros que habíamos tenido siempre en presencia de mi señora, habían sido muy cordiales, y creo que ella intuía en su interior que me moría de ganas por degustar esas tetas.
Un buen día Olga vino a casa para traer unas muestras de cosmética a mi mujer, y le pidió que yo le explicara un asunto de internet mientras mi mujer se estaría probando esos productos en el baño. Yo aún inocente, no podía imaginar lo que se me venía. Olga y yo nos sentamos en el despacho con el ordenador por delante, y en menos de un segundo su mano acarició mi pierna, todavía de una manera que podía considerarse amistosa, eso sí, esa primera caricia ya me subió a los jardines del edén. Mientras de fondo, se escuchaba la voz de mi mujer: "¿Todo bien por ahí Olga? ¿Te está ayudando mi marido?" Olga respondió positivamente mientras su mano juguetona desabrochó abruptamente mi bragueta y en un santiamén agarró mi dura polla, que salió del pantalón como un miura. "Sí Helen, se está comportando bastante bien", seguía diciendo mientras comenzaba a pajearme suavemente con sus manos de diosa. Luego susurrándome casi al oído me dice muy pícara, "mucho mejor de lo esperado", "ya sabía yo que eras un semental"... y tras un poco más de meneo, ni corta ni perezosa se sacó sus dos magníficas tetas del top amarillo que llevaba y me las puso en la cara. Mientras yo trataba de situarme y saborear esos pezonazos, ella seguía pajeándome cada vez más deprisa. El tacto suave de su mano, y esos pechos en mi boca hacían que mi polla estuviera a punto de estallar, comenzando a soltar los primeros fluidos. Entonces Olga se puso de pie, se subió la minifalda, y deslizó con gran suavidad el tanga rosa que llevaba puesto, acercando su coño prieto a mi boca. Entregado por la excitación, me puse a comerme el coño de esta cachonda como si no hubiera un mañana, practicándole un cunnilingus digno de los altares. Ella trataba de contener la respiración y de que sus gemidos no se oyeran en el baño de mi mujer, y al cabo de un par de minutos acabó corriéndose de gusto.
Olga entonces no se lo pensó dos veces y acercó su boca para comenzar a succionarme la polla, con avidez y desatando una explosión de júbilo que desconocía por completo. El vaivén de sus labios alternando con lametones en la punta del capullo eran una sensación de placer única, y poco a poco fue ganando en ritmo y velocidad, arriba y abajo, empezando yo a enredar mis dedos en sus cabellos rojizos y rizados. Al cabo de un par de minutos ya no podía aguantar más, me iba a correr en su boca, y así fue. Exploté. Ella degustó y trago toda la leche que pudo, a pesar de que la avisé previamente por si a ella le suponía repulsión; alguna pequeña riada acabó desembocando por el canalillo de sus dos preciosas peras limoneras. Recostado sobre el sofá me deleité con una última imagen de su cuerpo semi desnudo, ataviado solo por las prendas descolocadas, y con un sensual movimiento se estiró la falda volviendo a ocultar sus atractivas nalgas, y subió su top, resguardando así esas bufas explosivas con restos de mi corrida, de los cuales no parecía querer desprenderse pareciendo como si disfrutara con el morbo añadido de encontrarse ahora con mi mujer.
Para cuando mi mujer regresó al despacho, ya estábamos los dos atentos a la pantalla y como si nada hubiera pasado. "Espero que mi marido te haya resultado eficiente". Olga, con una sonrisa pícara, apoyando su mano en mi hombro y mirándome de reojo, asintió, "ya lo creó Helen, es de lo más servicial".
Tras este encuentro empecé a soñar con poder tener una cita más íntima con Olga, y así seguir explorando juntos nuevas sensaciones.
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