DE LAS PÉRDIDAS
(Fragmento de una carta de Marco Antonio)
Era de esperar. Somos frágiles, tierna y conmovedoramente frágiles. La muerte nos desampara, nos deja bajo un influjo mudo y sordo... hasta que la anestesia de lo trágico de la desaparición y la pérdida, la ausencia, el "ya nunca más", lo irremediable, lo imposible del retorno a lo que fue, ha sido... No hay fortaleza inexpugnable; no de roca sino de nube y espuma, de blando algodón, de seda, como una onda, un breve arco iris.., así somos. La consciencia es una bendición de la madre naturaleza, pero qué cruel resulta a veces ese don de los sentidos, cuando ahondan en la constatación de lo quebradiza que es la vida.
Tiempo.
Es desprenderse, el vacío, ver deshojarse nuestro árbol en el jardín. Recordamos la plenitud y el brillo de cada hoja cuando retoñaba, lo que aconteció bajo las gotas lacrimosas de las lluvias pasadas, el trasluz mágico entreverado de azules firmamentos... ¡Qué poco hemos sido, compañero!
Amaneció de nuevo, ¡ah, que bella aurora en la lejana altura, allí donde se cristaliza el aire de la mañana! ¡Vamos, levanta, inspira, que los bronquios se llenen de esta plenitud de hoy... la vida!
No volveré a Roma. No siento nostalgia de sus calles sucias y sus aromas de aceites requemados, los rostros adustos, la mendacidad de sus cursos y carreras, la sangre de su circo, la clientela astuta y servil.
No volveré a Roma, más prefiero la muerte en las tierras soleadas de mi amada, que el retorno a la nada de un corazón cansado de infertilidad. En ella está mi camino, la copa vibrante que sacia el cuerpo y el alma.
¡Salud, Brescio!
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