¡Feliz Navidad, familia! (1ª parte)

Por
Enviado el , clasificado en Adultos / eróticos
1198 visitas

Marcar como relato favorito

Odio las reuniones familiares y las cenas de empresa. Las veo como eventos sociales un poco forzados. De repente tienes que brindar y ofrecerle buenos deseos a personas que te estuvieron jodiendo el resto del año.

Mi madre, mi esposa y un par de amigos son los únicos con los que una cena no se me indigestaría.

Con el resto de familiares me voy a ensañar un poco en este relato, que por desgracia no es real. ¡Cuánto daría porqué lo fuera!

Como todos los años, el 24 de diciembre nos reunimos mis padres; mi hermano y hermana con sus respectivas parejas; mis cuatro sobrinos (una parejita por cada hermano); y por supuesto, mi mujer, mi hija y yo.

A las 12 de la noche hay que ir a la Misa del Gallo y son las 21:00 h. Así que, tenemos unas dos horas y media para cenar, cantar villancicos y aguantar los cuñadismos de rigor.

¡Toda una eternidad, vamos!

Mi cuñada está maciza, no es gorda, pero tiene unas buenas cachas y muslos. No es fácil levantarla al vuelo. Es atractiva de cara. Pero es una víbora. Muy mala persona. Si se mordiera la lengua moriría envenenada, seguro.

Y, ¿qué decir de mi cuñado? Es el típico personaje que sabe de todo y no entiende de nada. El cuñadismo personificado.

Mis sobrinas hoy vienen de punta en blanco, parece que van a una boda. Muy hermosas las dos.

Para mi padre yo soy el fracasado de sus tres hijos. Quizás tenga razón al pensarlo, pero jode que te lo digan a la cara.

Antes de sentarnos a la mesa tomamos unos aperitivos y vermús.

¡Qué rápido pasan los años! La persona más joven de la reunión es mi hija y ya había cumplido recientemente 18 años. Sus primos le llevan una media de 5 años de diferencia.

Yo no soy el menor de los hermanos, pero fui el que se tomó con más calma la procreación.

Mientras estamos de picoteo charlamos de todo un poco. La voz cantante, como siempre, la lleva mi cuñado, que no para de hablar de sus negocios y de las inversiones que va a hacer para abrir sucursales no sé en qué sitios porque yo desconecté y con disimulo me fui cambiando de corrillo.

Mi sobrina, hija de mi hermano, estaba muy cambiada desde la última vez que la vi. Se había tatuado buena parte del cuerpo y llevaba varios piercings distribuidos por la lengua y nariz.

Por fin nos sentamos y aunque todos colaboramos en poner y recoger la mesa, hay un personajillo que se cree superior a los demás y que no se movió de su silla en ningún momento. Ya habrán adivinado de quién hablo, ¿verdad? Pues sí, de mi cuñado.

El pelma seguía hablando de acciones y financiación… hasta que me harté. Me saqué la polla delante de toda la familia. Lo cogí por los pelos, le traje su cabeza hacia mi entrepierna y le dije:

–¡Cómeme la polla y deja de decir tonterías, pichafloja!

El tío oponía resistencia, pero al final, gracias a mis muchos años de gimnasio, se vio obligado a ceder y lo empalé por la boca hasta que su nariz chocó contra mi pubis.

Yo llevaba unos cinco días sin lavarme el pene en profundidad, solo de forma superficial. En el interior del prepucio había restos de mis anteriores eyaculaciones. Estaban cuajados, parecían requesón. Soltaban un fuerte olor y supongo que el sabor no sería para relamerse.

–Toma mis acciones. Inviértelas bien, cabrón. ¡Trágate todo el requesón que circuncida mi rabo y déjamelo bien limpito! –le solté.

Estaba tan ensimismado en la follada bucal que le estaba haciendo a mi cuñado que no me di cuenta de los cambios ocurridos a mi alrededor.

En una de las veces que alcé la vista me encuentro con unas escenas dignas de comentar detalladamente.

Mi madre, que era la única santa que había en el grupo estaba en un rincón rezando el Rosario y pidiéndole al Altísimo que tuviera piedad de nuestras almas.

Yo, que era más discípulo de Belcebú, seguí taladrándole la boca al maricón de mi cuñado.

Igualmente, el resto de la familia se había transformado en una auténtica bacanal romana de sexo duro y sucio. Formaban diferentes grupos aquí y allá y copulaban como locos.

Mi hermana, por ejemplo, se llevó a su hijo y a su sobrino a un apartado. Su hijo se acostó en el suelo, ella se sentó sobre él dándole la espalda y se clavó la picha del chaval en el culo. Después mandó al sobrino que la penetrara por el coño. Formaron un delicioso sándwich.

Un poco más lejos estaba mi padre follándose a su nuera en la postura del misionero. Mientras se la trajinaba le recordaba con palabras soeces lo puta que era.

En otro lado estaban mis dos sobrinas practicando la tijera mientras se besaban con pasión.

En otro rincón mi hermano se calzaba a mi esposa. Ella estaba a cuatro patas y jadeaba como una poseída.

Mi hija en un principio se había quedado desparejada. Entonces decidió unirse al grupo formado por mi hermana y mis sobrinos para hacer el papel de mamporrera. Cada vez que una polla se salía de su lugar, ella le pegaba unos lametones y se la volvía a endosar a su tía en el orificio correspondiente.

En medio de la sala decidieron colocar una tinaja, la cual tenía como función, el servir de recipiente para recoger todo el semen que iban depositando las o los que lo recibían en la boca, coño o culo.

Teniendo en cuenta que éramos cinco hombres (ya que mi cuñado no contaba al verse obligado a adoptar el papel de hembra toda la noche y tener prohibido el correrse), pues, como decía, éramos cinco y teníamos pensado eyacular tres veces cada uno en lo que durara la sesión de sexo. Eso hacía un total de 15 eyaculaciones acumuladas en aquella tinaja. Al acabar la noche, la tinaja tenía tal cantidad de esperma que había casi dos dedos de profundidad.

Por ejemplo, al correrme en la garganta del asqueroso de mi cuñado, este la conservó en la boca, se acercó a la tinaja y la escupió toda. Y mi hermana al recibir la descarga de lefa de su hijo en el culo y la de su sobrino en el coño, se acercó al centro de la sala, se colocó en cuclillas sobre la tinaja y a los pocos segundos le salieron dos chorros de crema por sendos orificios naturales.

Otro tanto hizo mi cuñada al recibir la simiente de mi padre. Y mi mujer también, al vaciar del trasero la carga de leche que le había depositado previamente mi hermano.

Después de un pequeño descanso comenzamos la segunda tanda.

En esta ronda mi padre se calzó a mi cuñado después de ponerlo a cuatro patas. El hijo de puta chillaba como un cerdo en el matadero. Mi padre le bombeaba el trasero a buen ritmo.


¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales

Denunciar relato

Comentarios

COMENTAR

(No se hará publico)
Seguridad:
Indica el resultado correcto

Por favor, se respetuoso con tus comentarios, no insultes ni agravies.

Buscador

ElevoPress - Servicio de mantenimiento WordPress Zapatos para bebés, niños y niñas con grandes descuentos

Síguenos en:

Facebook Twitter RSS feed