En Semana Santa me reúno con mi familia política (2ª parte)

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Mi suegra se desvanece en la silla. Mi cuñado la coge en volandas y tirando toda la vajilla de la mesa, la posa sobre esta. La va desnudando y cuando ella vuelve en sí, mi cuñado le dice:

–Vas a probar lo que es un macho de verdad y no el eunuco de tu marido. Se acabaron los consoladores de látex. A partir de ahora, Jonathan y yo te vamos a saciar sexualmente siempre que te apetezca.

–Estás loco, Juan. No sigáis con esto que vais a matar a mi marido. En tal caso quedamos para otro día y hacemos lo que queráis, pero no delante de él. Ojos que no ven, corazón que no sufre –contestó Tere.

–Todo lo contrario Tere. A los cornudos les excita muchísimo ver cómo otros machos le revientan el coño a sus mujeres. Es una pose falsa la de que se enfadan. Son hipócritas. Al mismo tiempo que se les empina el rabo viendo el espectáculo, fingen enfadarse por miedo al que dirán y, sobre todo, al choteo de sus conciudadanos. Pero si tuvieran la seguridad de que nadie se enterara, como sería este el caso, pues se les hace la boca agua viendo a sus hembras siendo montadas por otros sementales –le discurseo yo.

Juan, mientras yo hablaba, no perdía el tiempo. Ya había desnudado a Tere y se había desnudado él, también. En la postura del misionero, sobre la mesa, se dispone a consumar el acto sexual.

Yo también me despeloté, me subí a la mesa y le metí mi falo casi entero, en la boca a mi suegra.

Sonia y Eva se acercaron a su padre y le iban soltando al oído frases de sublime y colosal depravación moral y perversión sexual del estilo “Mira como gime la puta de tu mujer con los rabos de nuestros maridos bien adentro de sus cavidades corporales”, “Por fin nuestra madre va a saber lo que es la Gloria Bendita de verdad”.

Gilberto no sabía cómo reaccionar ante tanta vejación. Echaba espumarajos por la boca y no paraba de decir “Esto es un ultraje”, “Nietos míos acudid en venganza de vuestro abuelo”.

Yo para que estuviera entretenido le suelto:

–Don Gil… ipollas, aproveche el tiempo y hágale un buen cunnilingus a su nieto en el trasero. Déjeselo bien lubricado, para así poder desvirgar el culo de Jandra sin ocasionarle demasiado dolor.

Jandra se puso muy contento y se despelotó en un santiamén. Colocó su trasero delante de la cara de su abuelo y este no tuvo más remedio que lamer y succionar con pasión, si no quería que el chico se diera la vuelta y le metiera el nabo en la boca, lo cual sería peor remedio para el viejo.

Mi mujer adoptó el rol de mamporrera y, de forma alterna, iba comiendo el chumino de su madre y el cipote de su cuñado.

Cuando yo me salí de la boca de Tere para sodomizar y desvirgar a Jandra, Eva ocupó mi lugar y le aplastó su chocho en la cara a su madre, para que esta se lo chupara en profundidad y le regalara un intenso orgasmo.

Me acerco a Jandra, que estaba de pie algo reclinado, mientras su abuelo que estaba sentado en una silla le lamía y relamía el ojete y acercándole mi polla a su boca, se la voy introduciendo poco a poco, para que la lubrique bien con su saliva.

¡Menuda mamada me comenzó a hacer el maricón! Hay mujeres que no le ponen tanta pasión.

Cuando ya tuve mi falo bien brillante y duro, decido penetrar a mi sobrino por el trasero.

–Don Gil… ipollas, esto sí que es una Noche de Pasión. No se puede celebrar mejor un Viernes Santo que rompiéndole el precinto anal a un mancebo afeminado de 18 años. ¡Qué placer me está dando el franquear este esfínter tan estrecho! –le digo a mi suegro para enfurecerlo aún más.

Mi hija se acerca y aprovechando que Jandra está de pie recibiendo mis embestidas por detrás, ella se coloca de rodillas y le hace una felación.

Llamo a mi sobrina, que estaba inactiva sin saber a dónde acudir, y le digo que se coloque debajo de mí y me vaya lamiendo los huevos. De vez en cuando saco la polla del culo de Jandra y se la meto a Eva Jr., para que la mame y me la deje bien empapada y así volver a la carga sin que le queme demasiado el ojete a mi sobrino.

En la otra escena, mi suegra no paraba de jadear y con sus piernas abrazaba por la cintura a Juan para que le diera caña con más ímpetu. Al poco rato mi suegra soltó unos gritos de placer que Eva ahogó aplastando más si cabe, su chocho en la cara de su madre.

Tere se desacopló y ocupó su lugar mi mujer, aunque esta prefirió apoyarse y reclinarse sobre la mesa, para que mi cuñado la calzara por detrás.

Mi suegra, mientras tanto, se dirige a su marido y le dice que le lama el coño (ya que no vale para otra cosa), que lo tiene muy escocido.

Jandra no puede resistir más la comida de polla que le hace la guarra de mi hija y se corre en el interior de su boca. Mi hija libera, muy despacio, su boca de la picha de su primo, se enjuaga la boca con el esperma, hace gárgaras y luego se lo traga todo, relamiéndose después.

Yo en todo ese tiempo no podía evitar el darle unas buenas estocadas al trasero de Jandra, calcando con fuerza mi cipote en el interior de su ano. No me corrí de milagro en aquel habitáculo tan ajustado, pero tenía todavía una faena pendiente antes de llegar al clímax.

–Mira, Jonathan, como me zumbo a la golfa de tu mujer. Su almeja chorrea como una fuente del gusto que le estoy dando –me suelta Juan.

Yo entonces aprovechando que su mujer y su hija están en la postura del misionero morreándose, me dirijo hacia ellas y voy perforando de forma consecutiva ambas almejas.

Mi hija se dirige hacia su tío y colocándose como mi mujer, le dice:

–Mete tu verga en mi cueva, también. No te olvides de mí.

Entramos en una competición de ver quién de los dos aguanta más y les provoca más orgasmos a nuestras respectivas hembras. Por si fuera poco, mi suegra se dirige a mí y me comenta:

–Tu morcilla todavía no la probé, así que, quiero que me la claves y me proporciones otro orgasmo.

Mi cuñado jugaba con ventaja, solo tenía que trajinarse a mi mujer y a mi hija. Yo, en cambio, tenía que follarme a su mujer, a su hija y a mi suegra. Esta última, tan macizorra y tan zorra que casi me excitaba más cabalgar sobre ella que sobre mi sobrina, que era más seca de carácter.

Mi suegro tenía los ojos en blanco y la cara pálida de ver el puterío que teníamos formado en su casa.

A Jandra le dejé el trasero tan horadado y dolorido que prefirió sentarse en un sofá y descansar un rato.


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