SANDERS -y 3-

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                             SANDERS 

 

3.________________________

 

Regresó a su despacho. Peggy Katridge estaba tecleando casi furiosa sobre el teclado de su ordenador.
—Ha telefoneado Harry Benders. Quiere un informe detallado, semana tras semana. Tienes razón Jack... es un asunto endiablado.
—Bien, Peg. Ahora déjalo y localiza a Vernon. Lo quiero aquí esta tarde.

Vernon llegó puntualmente a las cuatro de la tarde.
—Tengo la información del trabajo que me encargó, señor Vernon. —Sanders abrió un dossier y miró directamente al hombre— Su esposa se ocupa perfectamente de sus dos hijos. —Vernon sacudió la cabeza con aire de satisfacción—. Por otra parte, he indagado acerca de la cuestión que le preocupa.—Hizo una breve pausa y extrajo las fotografías que tomó en el hogar de los Vernon—. Sus sospechas se han confirmado, su esposa mantiene una relación íntima.
Vernon subió y bajó la cabeza varias veces.
—Se trata de una mujer, señor Vernon. Su esposa tiene una amante. —Empujó las fotos hacia su cliente. Éste las giró hacia sí sin mostrar la menor emoción— ¿La conoce usted?
Vernon se rascó la oreja derecha antes de responder.
—Sí, es Imogen Carter. Trabajan juntas.
—No está usted sorprendido. ¿Estaba al corriente de la situación? ¿Sospechaba usted algo al respecto?
—La verdad es que —Vernon miró al detective y pestañeó— no.
—Ya. Por mi parte, mi trabajo ha acabado, señor Vernon. Sin embargo, he de aconsejarle que acepte las condiciones impuestas por la juez y se mantenga alejado de la casa de su esposa. Cuando el río se apacigüe, su mujer suavizará su relación con usted y podrá mantener un ritmo normal de visitas con sus hijos.
—En realidad, señor Sanders...
El investigador interrumpió a Seal Vernon.
—Como le decía, yo ya he hecho mi trabajo. Ahora usted sabe a ciencia cierta que su mujer continúa su relación con esa mujer, Imogen Carter, ¿verdad? Esa era la razón de que contratase mis servicios.
—Así es —respondió Vernon con aplomo tras un instante de silencio.
—Pero hay algo más, ¿no es cierto, señor Vernon
El hombre levantó las cejas, se quedó de nuevo en silencio durante un lapso y adujo;
—Es usted muy sagaz. Lo que quería decirle, cuando me interrumpió antes, es que yo ya conocía la relación entre Geraldine e Imogen. Descubrí el affaire casualmente. No me enfadé. Fue una situación extraña para mí. La cosas entre Geraldine y yo no funcionaban hacía mucho. Puede parecer morboso..., pero me enamoré de ella, de la amante de mi esposa, de Imogen; fue algo instantáneo, sabe... Eso que llaman un flechazo.
Sanders escuchaba atentamente, con las manos cruzadas sobre la mesa del despacho. La secuencia formaba parte del guión que él había supuesto.
—Imogen no es exactamente lesbiana; no estrictamente. Busqué la manera de crear una situación que me permitiera tener un encuentro ficticiamente casual con ella. Y así fuimos estableciendo una relación íntima, ella y yo. Mantuvimos nuestros encuentros en secreto... —Sanders elevó una ceja, y con un rictus mordaz intervino—:
—Hasta que su esposa los descubrió.
—Exactamente.
Sanders negó con la cabeza.
—Señor Vernon, eso no es "exactamente" así. He accedido a la denuncia. Hay evidencias médicas que confirman que usted agredió a su esposa. Creo que intentó usted cambiar las cosas y que su mujer rompiera la relación con su amante, pero no lo logró. Así, hubo de intentarlo por el otro lado. Usted se entrevistó con Imogen Carter. Los detalles de cómo lo hizo son irrelevantes. Pero Imogen, cuando usted le reveló que conocía su relación con su mujer y la conminó a abandonarla, se negó a hacer lo que usted le decía y presa de un ataque de posesividad celosa, a la mañana siguiente durante una discusión agredió a Geraldine. —El detective observó unos segundos a Vernon, que mantuvo una absoluta inalterabilidad—Dictada la orden de alejamiento, usted quería saber si su mujer e Imogen continuaban la relación. Por eso me contrató, ya que usted no podía comprobarlo por sí mismo.
Seal Vernon apretó visiblemente la mandíbula y admitió:
—Bien, señor Sanders. Tiene usted razón. Ha realizado usted su trabajo y le abonaré su minuta —Se rascó  la nuca y dijo—: Ahora, entre nosotros, ¿qué cree usted que puedo hacer?
—Lo siento, señor Vernon, esa es tarea de un terapeuta. Sin embargo, a mí modo de ver, ha de aprovechar usted la situación para cambiar la pauta de su comportamiento y romper la telaraña de la visión ancestral de los roles. Tiene usted una responsabilidad para los hijos comunes con su ex-esposa. Corrija los desenfoques, establezca una relación que se base en el amor y más adelante, tal vez transcurrido un tiempo, Geraldine e Imogen sean capaces de perdonarle la intromisión en sus vidas y sentimientos.
Seal Vernon permaneció unos minutos con la cabeza gacha, mirando sus rodillas, después miró al investigador y, sujetando el labio superior con el inferior, elevó la ceja derecha.
—Muchas gracias por sus servicios, señor Sanders. Recapacitaré. Me parece correcto.
Los dos hombres se levantaron y estrecharon cordialmente sus manos a modo de despedida.
Vernon salió por la puerta del despacho y Sanders dejó caer sus ojos sobre las fotografías de Geraldine Himes e Imogen Carter. «Si los hombres como Vernon fuesen capaces de verse desde fuera...», dijo para sus adentros.


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