CUENTOS BREVES (del manual de la masturbación) (17)
Por Eunoia
Enviado el 03/03/2025, clasificado en Adultos / eróticos
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CUENTOS BREVES
(del manual de la masturbación)
(17)
ROMA-ABRIL
Ella lleva el torso desnudo. Sus pechos pequeños y firmes caen levemente. Sus cónicos pezones marrones están muy tiesos. Se agacha en la cama, frente a ti. Tus muslos están abiertos. Ella besa tu vello púbico y con los dedos abre la rajita. Su lengua ensalivada acaricia tus labios vaginales; acaricia la rosada perla de tu clítoris; lo circunvala. Se escucha el sonido de absorción y chupeteo. Besa tu vulva y la lame. Penetra tu vagina y tu gimes. Te sorbe y te lleva al orgasmo jugando con tu clítoris, hasta que en una serie de sacudidas te vienes con un jadeo, mientras retuerces tu vientre contra su boca.
«Ven», le dices. Jacinta se coloca sobre tus pechos, cuyos pezones siguen erectos por la excitación. Los suyos, juveniles, con los capuchones rosados, adorables pezones intemporales, impropios de una mujer madura, te atraen irremediablemente. Los saboreas en tus labios y los apresas en una succión delicada y alternativa.
Bajas su braguita azul de encaje. En su coñito depilado destaca la carne erecta del clítoris hinchado. Separas los labios delgados y contemplas el rocío del deseo. Has sido suya y ella se ha regado de savia vaginal al comer tus pétalos ardientes. Tu lengua lame la sabrosa substancia salina que se desparrama por la carne rosada de su vientre. Ella deja arquear su cuerpo hacia atrás, recogiéndose el cabello entre jadeos, eleva su pelvis para facilitar la entrada de tus dedos en su humedad de fuego. También tú te enciendes de nuevo y tu flujo aflora entre el musgo frondoso de tu vientre.
Metes los dedos en el canal intenso del coño placentero y lames el bulbo de terciopelo en la puerta del chocho abierto. Este es el verdadero nacimiento de Venus. No hay más que un largo gemido cuando Jacinta se vierte a sacudidas feroces entre tus dedos impregnados del espeso jugo del placer de tu amada. Tus dedos siguen penetrando rítmicamente el carnoso higo palpitante y tu beso se hace carne de su carne. Jacinta se ha corrido y ese pensamiento te hace volver a sentir una oleada de fuego. Frotas tu clítoris sobre las lunas de sus nalgas. Ella inicia un baile sensual masturbatorio con la película espesa que brota a raudales desde tu ansiosa vagina... «¡Ahhhhhh!», te viertes, te vienes con un grito de placer irresistible. Abrazas sus tetas y ella galopa sobre tu fogoso chocho que deja manar su manantial untuoso cuando el coño de ella mojado, tierno, caliente, se fusiona con el tuyo irrumpiendo su nuevo orgasmo.
Termina el despertar de las amantes con un beso de seda de las dos vulvas juntas, mojadas y satisfechas, que se extiende unos minutos en una rotación en la que se funden labios con labios y se hacen indistintos los flujos del placer compartido.
Así se despereza la mañana de Abril en Roma.
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