La cantina

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En el corazón de un pueblo olvidado, la cantina "La Mirada Perdida" era el refugio de los que buscaban escapar de la monotonía diaria. Las paredes estaban adornadas con fotografías de días pasados y el aire olía a cerveza y nostalgia. Dos hombres ocupaban un rincón oscuro, cada uno con un vaso de tequila frente a él.

Uno de ellos, con una camisa a rayas y una risa contagiosa, miraba por encima de su vaso. ¿Sabes qué es lo que nunca entenderé? preguntó, inclinándose hacia su compañero. Por qué la gente se empeña en coleccionar cosas inútiles.

El otro, más callado y con una mirada pensativa, respondió: ¿Inútiles? Tal vez para ellos tienen valor. Mi abuelo coleccionaba tapones de botellas. Decía que cada uno contaba una historia.

El primero soltó una carcajada. ¿Tapones? Eso sí que es raro. ¿Qué historias pueden tener? Este tapón fue parte de una botella de vino que nunca abrí.

Quizás, dijo el segundo, sonriendo levemente. Pero imagina lo que significaban para él. Cada uno era un recuerdo, una ocasión especial.

La conversación fluyó como el tequila en sus vasos. Hablaban sobre objetos cotidianos que a menudo pasamos por alto: las viejas monedas que encontraban en sus bolsillos, las piedras curiosas recogidas durante un paseo o los libros polvorientos en estanterías olvidadas.

Yo tengo un libro, dijo el primero, que nunca he leído. Lo compré porque me gustó la portada. Un día lo abriré y veré qué tipo de historia guarda.

Eso es lo bonito de los libros, replicó su compañero. Podemos vivir mil vidas sin salir de casa.

Ambos se quedaron en silencio por un momento, reflexionando sobre las posibilidades encerradas en páginas amarillentas.

Luego, el hombre de la camisa a rayas rompió el silencio con una sonrisa traviesa. ¿Sabes qué deberíamos hacer? Deberíamos empezar nuestra propia colección: 'Cosas que nunca usaremos'. Podríamos hacer exposiciones y todo.

El otro hombre se rió a carcajadas y levantó su vaso en señal de acuerdo. ¡Eso sí sería un éxito! Pero ten cuidado… ¡podrías terminar coleccionando más tapones!

Rieron juntos mientras la música suave llenaba el ambiente, creando una atmósfera cálida y acogedora. La noche avanzaba y las conversaciones se tornaron más profundas; comenzaron a compartir sueños, fracasos y anhelos que llevaban guardados.

Al finalizar la noche, mientras se despedían y se preparaban para salir bajo la lluvia ligera, ambos hombres se dieron cuenta de que esas conversaciones triviales habían tejido un hilo invisible entre ellos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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