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La noche se deslizaba lentamente, envolviendo el mundo en un manto de misterio. Las estrellas titilaban como secretos susurrados entre las sombras, mientras la luna, atenta y serena, iluminaba caminos olvidados. En un rincón del bosque, un búho ululaba, su canto resonando en la penumbra. Los árboles danzaban suavemente al compás del viento, compartiendo historias antiguas. Un susurro de hojas revelaba sueños ocultos, mientras el aire fresco acariciaba el rostro. En esa oscuridad mágica, el tiempo se detenía y el alma se llenaba de anhelos; la noche era un refugio donde los corazones podían soñar sin miedo.
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