Epitafios.

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Escena: Dos fantasmas, Don Ernesto y Doña Efigenia, se encuentran con una cripta antigua, y apoyados contra sus lápidas observan el paisaje de tumbas a su alrededor. La luz de la luna ilumina sus rostros pálidos y les da un aire juguetón.

Don Ernesto: (mirando la lápida de un vecino) ¡Mira eso, Efigenia! Aquí yace Manuel, el hombre que nunca supo qué era el amor. ¡Pobre Manuel! Al menos ahora tiene todo el tiempo del mundo para averiguarlo.

Doña Efigenia: (riendo) Sí, pero ¿qué crees? ¡Ya no le queda nadie con quien practicar! (señala otra lápida) Y mira esta: Aquí descansa Teresa, que siempre llegó tarde. ¡Hasta en la muerte sigue teniendo problemas de puntualidad!

Don Ernesto: (fingiendo sorpresa) ¿Te imaginas que su espíritu todavía intenta llegar a las reuniones de los muertos? Perdón, llegué un poco tarde… solo estuve atrapada en el tráfico del más allá.

Doña Efigenia: (burlonamente) O quizás está tratando de encontrar el camino a una fiesta eterna. ¿Quién necesita un GPS cuando tienes a los ángeles guiándote?, diría.

Don Ernesto: (con una sonrisa) Y hablando de fiestas, mira esa lápida que dice: Aquí yace Felipe, el rey de la fiesta. Creo que se tomó demasiado en serio lo de “vivir la vida al máximo”.

Doña Efigenia: (riendo a carcajadas) ¡Sí! Y ahora debe estar organizando las mejores fiestas en el inframundo. ¡Bienvenidos al reino de las almas! Traigan sus mejores historias y no olviden los bocadillos.

Don Ernesto: (con una sonrisa traviesa) Aunque me pregunto si tiene suficientes bebidas etéreas para todos. No quiero imaginarlo tratando de mezclar cócteles con espíritus… ¡literalmente!

Doña Efigenia: (con complicidad) Oye, y ese epitafio que dice: Aquí yace Jorge, que nunca supo cuándo callar. Creo que en la eternidad sigue hablando sin parar.

Don Ernesto: (fingiendo ser Jorge) ¡Y entonces les dije a los fantasmas que no se asustaran! ¿Sabes lo que es realmente aterrador? ¡No poder contar historias eternamente!

Doña Efigenia: (entre risas) Tal vez deberíamos hacerle una visita. Podríamos darle lecciones sobre cómo ser un buen oyente… o simplemente disfrutar de su monólogo eterno.

Don Ernesto: (con picardía) O tal vez deberíamos dejarlo hablar y nosotros irnos a buscar algo más interesante. Como esas historias sobre cómo nos llegaron aquí.

Doña Efigenia: (con una mirada pícara) Eso suena como un plan. Pero antes, veamos quién tiene el epitafio más divertido entre todos estos. ¡Es como un concurso de comedia en la eternidad!

Ambos fantasmas ríen mientras se desplazan entre las tumbas, disfrutando del humor oscuro y eterno que solo ellos pueden comprender. La noche continúa y el eco de sus risas resuena por toda la cripta.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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