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En las calles de Santiago, un joven llamado Lucas recorría los grafitis que adornaban las paredes, buscando inspiración para su música. Un día, encontró un mural oculto que retrataba la lucha de la ciudad. Fascinado, decidió componer una canción sobre el sufrimiento y la esperanza de su gente. Esa noche, en una plaza llena de almas perdidas, subió al escenario improvisado y comenzó a cantar. Su voz resonó entre los edificios, despertando recuerdos y emociones. De repente, la multitud se unió en un clamor poderoso, transformando el lamento en un grito de resistencia. Santiago no se rendiría.
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