EL ROSTRO EN LA OSCURIDAD (parte 2 de 3)
Por Federico Rivolta
Enviado el 05/03/2025, clasificado en Terror / miedo
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Invitó esa misma tarde a una joven pareja que había conocido en una conferencia, y que habían expresado admiración por su capacidad de capturar la esencia humana en sus colecciones.
Dos horas más tarde llegaron. La muchacha ingresó al departamento primero. A Anahís le bastó un segundo para recorrer su cuerpo por completo. De haberlo querido, pudo haber esculpido cada una de sus firmes curvas a la perfección. Prefirió posarse pronto en su bello rostro, y la joven se sonrojó y se corrió el cabello rizado por detrás de la oreja.
El muchacho era alto y atlético, tenía una gran fuerza contenida que deseaba ser despertada por la escultora. Sus ojos eran de un azul intenso, y su cabello era rubio. La artista lo observó sin reparos, pues con los hombres era directa en su accionar.
Anahís se sentó en su sillón Chesterfield de cuero negro, en el centro del amplio departamento. Las paredes blancas desaparecían en la distancia. Los muebles, escasos pero bien elegidos, parecían flotar en el aire. La última luz natural del día entraba por las amplias ventanas a través de un parque al otro lado, en un rito crepuscular diario y sereno.
Anahís abrió una botella de vino y se recostó en el sofá, observando a la joven pareja que tenía enfrente, sentados sobre sillones individuales.
Bebieron vino entre risas mientras los invitados llenaban de halagos a la artista:
—Me encantó tu última obra —dijo él—. El mensaje es brutal; por cuidar la máscara que llevamos, terminamos descuidando a quien somos realmente.
Anahís contuvo una sonrisa. Le gustó la interpretación del joven pero prefirió conservarse impasible, mientras observaba a la pareja desde su trono de hielo.
Fue a su bodega por otra botella, solo que esa vez no regresó con una de vino. Le entregó la bebida al muchacho para que este la sirviera. El líquido era verde-amarillento, casi fluorescente. Su amiga leyó la etiqueta con curiosidad:
—Le Confession du Diable... ¿qué es?
—Absenta —respondió Anahís—. Es una bebida intensa, misteriosa y un poco peligrosa. Mi veneno preferido; aunque se desperdiciará en paladares inexpertos.
Los dos invitados intercambiaron una mirada divertida, y probaron el elixir haciendo una mueca. Anahís se rió baja y suavemente, mientras comenzaba a sentirse cada vez más atraída por sus invitados.
Se levantó del sofá y se acercó al muchacho y lo besó en los labios, luego llamó a la joven para besarla también. Ambos jovenes se ruborizaron, sorprendidos pero intrigados. Él la beso en el cuello y la rodeó con sus brazos, atrayéndola de espaldas, mientras ellas se desvestían la una a la otra.
Anahís sintió su corazón latir más a prisa, pero justo cuando la pasión estaba a punto de estallar, vio en su mente unas manos de dedos largos que la sujetaron del cabello, poseyéndola como nadie lo había hecho. Pudo ver una piel transparente con una carne de una negrura absoluta, y unos ojos, también negros, la miraban desde una profunda oscuridad. De pronto aquella mano helada apretó su garganta, y Anahís se apartó bruscamente de la pareja, presa de una sensación de pánico.
—Salgan —dijo con voz firme.
Los invitados se miraron confundidos, y el muchacho quiso reiniciar la escena pasional posándole la mano en la cintura, pero entonces Anahís tomó el sacacorchos y le hizo un corte en el brazo:
—¡Fuera!
Los jóvenes salieron a medio vestir, mientras la muchacha limpiaba la sangre que brotaba del brazo de su amigo.
No se animaron siquiera a decir palabra; las facciones de la artista se habían transformado, sus músculos estaban tensos, sus pupilas dilatadas, y su rostro mostraban un brillo de fuego interior, como si un ser demoníaco se hubiera apoderado de ella.
Esa noche tuvo constantes pesadillas que la despertaron cubierta en sudor. Soñó que su cuerpo se desintegraba en una masa amorfa sin luz. Soñó que el suelo se convertía en un agujero distorsionado, y todo el espacio-tiempo era absorbido por este. Y hasta soñó que su alma era engullida por huestes de demonios, cuyos cuerpos estaban formados del mismo material del que están hechas las sombras.
*
Desde la salida del sol la artista se quedó despierta mirando el techo en un estado de estupor, y a primeras horas recibió un llamado de Rafael Valdez, el crítico de arte.
Hacía algunos años, Rafael había publicado un artículo sobre Anahís, en el que decía que la causa de sus controversiales obras era la pérdida de sus padres. Pero esa vez él le había jurado que no incursionaría en temas personales.
Asistió esa misma tarde, y ella aún no se reponía de la noche anterior.
Se dirigieron a la sala, y en una distracción de su invitado, Anahís corrió la alfombra con el pie para cubrir una mancha de sangre que había quedado del corte que le ocasionó al muchacho.
Ella se sentó en su sillón Chesterfield de cuero negro y Rafael eligió una banqueta demasiado pequeña para sus caderas:
—Sabes, Anahís; no siempre fui crítico de arte. En mi juventud anhelaba ser pintor, mas la fortuna no me sonrió. Me vi así obligado a canalizar mi pasión buscando el secreto tras la perfección de artistas como tú. ¿Cuál es tu verdadero rostro en la oscuridad, Anahís?
—Prefiero que mi arte hable por mí —contestó ella.
—¿Cuándo podremos esperar algo nuevo de ti?
—Mañana expondré una escultura llamada “Los Anteojos Mágicos”; la acabo de terminar.
—¿Qué inspiró tu nueva creación?
Ella evadió la pregunta:
—Perdón, no le ofrecí nada de beber ¿Qué desea?
—Té verde japonés con dos rodajas de limón y una cucharadita de miel manuka, por favor —respondió el crítico.
La escultora fue a la cocina y enseguida puso una pastilla efervescente en un vaso con agua, mientras tanto Rafael Valdez recorrió todo el lugar con la mirada.
Ella tardó en regresar, mientras buscaba con qué reemplazar la miel de manuka. El crítico se levantó del sillón y caminó con las manos detrás de la espalda, recorriendo el taller en busca de algo que agregase una pizca de jengibre a su artículo.
...
...continúa en la 3ra y última parte...
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