ASÍ SON LAS COSAS. 1)

                     ASÍ SON LAS COSAS

                                 1)

   Azucena se quedó mirando a Germán con el alma rota. Su pelo oscuro recogido en un moño con pinzas plateadas se duplicaban en la tapia blanca. Tiró de la toquilla marrón para abrigarse el cuello y la nuca. Una avalancha estaba derruyendo su existencia. En sus ojos se agolpaban las lágrimas.
—Las cosas son así —sentenció Germán.
Ella bajó la cabeza. No tenía palabras frente a las palabras.
—Yo no soy pa ti. No mentiendes.
—¿Es por Mari Pepi, ¿verdad?
Germán, por un instante, sintió compasión; compasión y pena...; pero estaba decidido. Con Mari Pepi tendría lo único que buscaba: directo e inmediato.
—No tie na que ver. Ves como eres tonta —dijo aplastando el cigarrillo en la pared descuajaringada de la tapia—. No hay más cablar —Se giró y calándose la boina se fue con paso decidido.
Azucena dejó caer los brazos y se limpió la nariz con la punta de la toquilla.
Sobre los tejados del pueblo ya sólo quedaba una tímida franja de luz rojiza, perfilada con ondas grises y azules. A lo lejos, el altozano. Por encima de las rojizas tejas de las casas y las onduladas chapas de uralita, saliendo de los paralelepípedos de las chimeneas espirales de humo blanco se disolvían hacia el cielo del invierno.
Azucena regresó a la pequeña casucha, abrió la puerta de tablas y oyó la voz ronca de su padre:
—Zucena..., Zucena...¿dónde te metes, bribona?
 Me muero dambre. Quies poner ya la cena o...
Ella, conteniendo el llanto, con dos riachuelos de lágrimas corriendo por sus carrillos colorados, consigue articular:
—Ya va, padre. Sestá calentando —y se presiona el vientre, donde se está gestando el hijo de "el canario", su primo Roldán, que a fines de la vendimia, en el granero, le tapó la boca con una mano, la agarró con la otra la muñecas y la hizo tumbarse y bajarse la ropa con una mirada de fuego en sus ojos rojos y vidriosos.