Una simple y minúscula brisa me elevó desde el suelo
Revoloteando conmigo, jugando incansable
Zarandeado incrédulo, como la gaza de un velo
Flirteando ridícula, casual e imparable
Y estando allá arriba, sin poderme apear
Mirando hacia abajo con verdadera desesperación
Ver desvanecerse mi amado bosque junto al mar
Cada vez más lejano y oscuro en mí desolación
Pero el empuje era férreo, tenaz e insistente
Elevándome a alturas insospechadas
A ratos rabioso y en ocasiones decadente
Atravesar hasta las nubes más desarraigadas
Y sin poder hacer otra cosa, comencé a disfrutar del viaje
Y ver como la tierra de mil colores se tizna
Cuando sorteas las montañas y cambia el paraje
Y llenar de vida, desiertos, valles y marismas
Pero todo involuntario éxodo tiene su final
Cuando los vientos se calman y el sol relucientemente brilla
Y te deposita serenamente grácil en un nuevo bancal
Para así emprender otra vez la conquista de la semilla.
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