EL CIELO DESBORDADO 1

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José L uis Beltrán era un hombre de cincuenta años que hacía un tiempo que había sufrido un infarto de miocardio, pero que de momento había conseguido superar aquel fatídico trance gracias a los eficaces cuidados médicos. Sin embargo un día `por la mañana al levantase de su cama, le volvió a repetir el ataque al corazón y cayó fulminado al  suelo en su cuarto de baño.

Súbitamente, el hombre tras sentirse caer en un pozo negro sin fondo, en unos pocos segundos por su mente desfilaron todos los acontecimientos de su vida pasada como en una película rebobinada; es decir, desde su fallecimiento hasta el día en que nació a este perro mundo. Y acto seguido su alma o energía entró en otra dimensión espacio-temporal llamada popularmente cielo, y fue a parar frente a un lujoso y singular edificio de cristal junto al cual había una enorme cola de gente de todas las razas y de diferetes culturas a la espera de que fueran llamados por orden alfabético.

José Luis con un aire desconcertado porque a pesar de lo que decían las religiones él nunca había creido en un Más Alla espiritual al término de la vida física, se situó al final de aquella larga cola. Cuando le tocó por fin el turno a él se halló en una especie de recepción atendido por una ceñuda mujer de edad indefinida que cumplía la tarea de funconaria la cual estaba muy lejos de ser un ángel celestial..

-¡Nombre y apellidos! -le exigió aquella entidad de un modo impersonal.

Cuando el recién llegado le dio sus señas de identidad, ella con un gesto de contrariead le informó:

-¡Uf! ¿Ahora viene usted aquí? Pues vaya lío. Resulta que en estos momentos estamos desbordados de personal. Ya no nos cabe nadie más- Al cabo de reflexionar unos instantes la funcionaria le dijo-: ¿Sabe qué? Vaya al infierno que cuando podamos ya te llamaremos.

- ¡Pero ¿qué es esto? ¿por qué tengo que ir al infierno si yo cuando estaba en la Tierra jamás hice daño a nadie y pagaba siempre mis impuestos? - protestó airado José Luis.

- Ya se lo he dicho. Estamos desbordados - insistió la recepcionista.

De algún recóndito departamento de aquel lugar surgió un sujeto de cabeza cuadrada, con barba entrecana y de baja estatura quien con una expresión de pocos amigos abordó a José Luis.

- Lo que le ha dicho nuestra colaboradora es cierto. Estamos a tope y de momento aquí no nos cabe nadie más.

-¡Vaya! ¿Y usted quién es? - quiso saber José Luis.

 -Soy San Pedro y dirijo esta sección.

- ¡Pues vaya birria de organización tienen ustedes en este cielo. ¿No decían que este era un sitio donde predominaba la perfección? - expresó decepcionado José Luis.

- Ande, vaya al infierno y no discuta más que tenemos mucha faena - presionó San Pedro.

El recién llegado no tuvo más remedio que hacer lo que se le había ordenado, y en una especie de ascensor fue conducido al averno. Pero grande fue su sorpresa al percatarse que aquel espacio-tiempo no era un lugar maldito como siempre se había dicho. Por el contrario se trataba de un ámbito muy acogedor en el que sonaba la mejor música que él había escuchado durante los años que había vivido en la Tierra, por lo que su estado de ánmo se sintió gratamente reconfortado. Enseguida se halló en un bar  que estaba al cuidado de un simpático camarero, que le ofreció un tonificante y sabroso whisky Chivas de algunos años de antiguedad.

- Gracias.  Pero esta bebida es muy cara y yo no tengo dinero. Sepa usted que yo me morí de golpe; como si me hubiesen pegado un tiro al corazón y no me dio tiempo para nada. - dijo sonriendo José Luis respecto a aquel néctar.

-Oh, no importa.La casa invita - respondió el camarero solícito

Tan pronto como aquel sujeto empezó a deleitarse con la bebida con total deshinibición se le acercaron dos bellísimas mujeres; una rubia y otra morena que fueron a intimar con él.

- Nos han informado que tu eres José Luis ¿verdad? Estamos muy contentas de poder recibirte aquí - le dijo la mujer rubia con una cordialidad exquisita.

- Sí, así es- corroboró él. ¿Y vosotras quiénes sois? ¿Cómo os llamáis?

 -  Nosotras vivimo aquí. Y yo soy Susana y mi compañera se llama Laura - se presentó la mujer rubia-. Ya sabemos que tu en la Tierra has sido un buen hombre; y muy inteligente en tu trabajo. Que has sido un buen escritor sobre la Historia del Arte - comentaron ellas tintineantes y con admiración.

- Bueno, hacía lo que se podía - expresó él muy halagado.

- Pero sabemos también que muy poca gente te supo comprender; incluso que muchas mujeres te despreciaron por no ser lo ambicioso que ellas hubiesen deseado. Sobre todo tu esposa que te abandonó por un tipo más rico que tu- precisó  la tal Susana.

Aquello era verdad José Luis en su vida terrenal había tenido serios desengaños con el sexo débil por lo que se había sentido muy solo en largos periodos de tiempo. Y el abandono de su mujer fue una humillación para él que quizás esto fuese el acicate que desencadenó su enferemedad coronaria.

- Sí, la vida en la Tierra es muy injusta, muy ingrata, y ganan siempre los más sinverguenzas. Pero tu ahora no te preocupes porque todo ha pasado. Y aquí en este lugar nosotras sí que te sabeemos comprender y valorar. Aquí tu puedrás hacer lo que quieras - le dijeron ellas.

- Pero bueno. ¿Cómo sabéis todo esto de mi vida anterior? - preguntó él que no salía de su asombro dado que no estaba acostumbrado a tanta gentileza femenina. Desde luego. el hecho de que el infierno tuviera tan mala fama se debía a tipos mediocres, a puritanos hipócritas que eran incapaces de saber vivir la vida con plenitud - pensó él-.

- Lo sabemos por tu Karma, que es una especie de archivo en el que constan todas tus acciones - le respondió Laura, la mujer morena.

                                                             CONTINÚA

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