Carla y su peculiar zumo de cebada (1ª parte)

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Carla está, junto a su Pepe y su niña, sentada en una terraza tomando unos refrescos y unos helados. Hoy se celebra un partido de Champions League en la ciudad. Un equipo del norte de Europa juega contra el de ellos.

En la mesa de al lado hay sentados cinco hinchas del equipo rival. No hacen más que pedir litronas y despotricar contra el equipo local, y lo que es peor, contra su adorada ciudad. A Carla se le ocurre un plan para vengarse de esos guiris asalvajados.

Coge una jarra vacía y entra en los baños de mujeres. Descarga su vejiga en la jarra. Un tercio de su capacidad queda llena de orina. Sale del servicio y le dice a la camarera, que es una buena amiga:

--Raquel, rellena esta jarra con cerveza y llévasela a los caballeros de aquella mesa. A ver si les presta la cerveza artesanal elaborada por estas tierras.

--¿Ya estás con tus bromas pesadas de siempre? ¿Qué ideaste ahora?

Entonces Carla le cuenta a su amiga las bravuconadas y desprecios que aquellos hinchas estaban soltando por sus infectas bocas contra el equipo local y su amada ciudad. Raquel se une a la chanza y contribuye, con 250 ml de orina de su cosecha, a la causa. La jarra quedó bastante llena de orines. Para el relleno con cerveza poco espacio había, como mucho tres dedos.

Carla estaba sentada en su mesa, charlando con los suyos. Los vecinos de la mesa de al lado seguían con sus frases chulescas y avasalladoras. Carla esperaba con emoción la llegada de la camarera, para poner en práctica la mofa. Cuando Raquel aparece y deposita la susodicha jarra sobre la mesa de los cinco hinchas guiris, Carla y Raquel no pueden evitar el intercambiar unas miradas cómplices y soltar unas risas.

Los hinchas van vaciando en sus vasos de caña el contenido de la jarra. Brindan por su equipo y beben de un trago todo el líquido del vaso. Carla observa que en su idioma natal mascullan algo así como “Tiene mucha acidez el zumo de cebada de estas tierras, casi más que el de Malta”. Apuraron todo el líquido de la jarra. Les tocó a dos vasos por guiri. Degustaron aquellos caldos con placer.

Carla no pudo reprimir unas sonoras carcajadas. La acompañó en las risotadas, desde la distancia, su amiga Raquel.

Pepe, el marido de Carla, la miraba con estupefacción. Se preguntaba para sus adentros: “Qué ocurrencia habrá perpetrado esta loca ahora”.

Carla le sugiere a Pepe que se lleve a la niña a dar un paseo y que después se vayan a casa. Ella tiene que resolver unos asuntos con su amiga Raquel (sobre unos cursos de cerámica a los que tienen pensado asistir), y que, por lo tanto, llegará un poco tarde al hogar.

Una vez que se despiden, Carla se acerca a la barra (donde está Raquel), y le comenta:

--Oye, ¿qué tal si nos tiramos a esos cinco guiris? La verdad es que están de muy buen ver. Son unos veinteañeros de entre 1,80 m y 1,90 m de altura. Unos mocetones como armarios. Nosotras somos cuarentonas pero de muy buen ver también. Ya quisieran muchas niñatas tener estos cuerpos –y se echan a reír las dos.

--No sería un mal plan. Nos los podemos llevar al almacén. Le diré a mi compañero de trabajo que me tomo un descanso y que me cubra las espaldas.

Entonces Raquel se dirige a la mesa de la terraza donde están los hinchas guiris y les dice:

--Así que os ha gustado la cerveza de estas tierras, ¿no? Pues que sepáis que en un porcentaje alto estaba compuesta de orina de mi amiga y mía.

--Vaya par de guarras. Pero no nos importa porque está muy sabroso vuestro pis. ¿Sois así todas las chicas en España? --pregunta uno de los guiris.

--Sí, solo que algunas van a la iglesia a escuchar una misa antes. ¿Os apetece entrar al almacén conmigo y con mi amiga para escuchar una misa de las nuestras?

Los cinco chicos se levantaron al unísono de sus asientos, más veloces que un rayo y le dijeron a Raquel: “¿En dónde está ese almacén? No perdamos más tiempo, que dentro de una hora empieza el partido”.

Raquel, físicamente es muy delgada, casi escuálida. Mide 1,78 m de altura. Lleva media melena rubia. Es de ojos verdes y con algunas pecas por sus mejillas. Carla ya fue descrita en anteriores reseñas. Es algo más baja que Raquel y con más carnes. Con melena larga morena.

Carla, al ver en la distancia que Raquel se aproxima con los cinco maromos, se dirige rápido al almacén. Abre las luces y tiende en el suelo unas colchonetas que los empleados guardan allí para echarse unas siestas en algunas ocasiones.

--Este local es fantástico. Habrá que volver en el siguiente partido de la Champions League. Nos ofrecen cerveza con pis de estas dos desvergonzadas zorras y ahora nos las vamos a calzar, como a dos putas poligoneras –dice el más chulito de los cinco mientras entran en el almacén.

A este listillo le echó el ojo Carla para convertirlo en el cuckold del grupo. Cuando sus amigos se corran en las caras y bocas de ellas dos, le pegarán unos buenos morreos al chulito del grupo para que saboree el semen de sus amigos. Carla se lo comenta a Raquel al oído y esta acepta la propuesta.

Se desnudan los siete en un plis plas. Uno de los guiris se acuesta en una colchoneta. Carla se tumba sobre él y se clava su polla en el chochete en tres asentadas. Otro, se arrima por detrás a Carla y la sodomiza. Previamente le soltó un par de escupitajos a su verga. Un tercero, se coloca delante del rostro de Carla y le practica una follada bucal. ¡Un Garganta Profunda extraordinario!

Curiosamente, el chaval que está debajo de Carla es el “chulito”. Así que, ya se podrán imaginar la cantidad ingente de babas que la mujerona le fue soltando en su cara, cada vez que se sacaba el rabo de su amigo de la boca.

Raquel practica otro sándwich con los otros dos, pero en su caso ella se acuesta dándole la espalda al de abajo. Este, le peta fuerte el culo mientras el de arriba le pega unos buenos caderazos, introduciéndole su mástil hasta casi el útero.

Carla recibe fuelle por sus tres orificios, a diferencia de Raquel. Esta tiene la boca libre y no hace más que arengar a los mocetones a que les den caña con más ímpetu. A los chicos no les da tiempo a intercambiarse, porque a los veinte minutos de estar dándole fuelle a Raquel y a Carla, comienzan a eyacular. Sueltan unos berridos acompañados de improperios de todo tipo, los cuales a las chicas les provocan unas sonoras carcajadas.


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