CUENTOS BREVES (del manual de la masturbación) (22)
Por Eunoia
Enviado el 15/04/2025, clasificado en Adultos / eróticos
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CUENTOS BREVES
(del manual de la masturbación)
RETRATO IMPRESIONISTA 2.0
(22)
Nos sentamos en la terraza del chiringuito con vistas al mar. Nuestras manos se separaron al sentarnos en una pequeña mesita para dos y eso me desagradó. El perder el tacto de su mano me producía una extraña sensación de desconsuelo.
"Martina, vamos a comer algo. Tengo mucha hambre".
Un camarero muy alto y amable nos trajo un par de cervezas y nuestras raciones.
Mientras me comía una sardina asada miraba a Lali con interés. Me encantaba su mirada perdida cuando fijaba los ojos en el mar....por alguna razón notó que la miraba con interés y dijo: "¡ay perdona, es que me encantan las vistas de este sitio!".
Mi propia sonrisa me hizo sonrojarme y me puse muy nerviosa al sentir que ella estaba percibiendo las ganas que tenía de cogerle la mano y de tocarla mientras terminábamos de comer.
Me propuse borrar de mi mente esos pensamientos y empecé a hablar de tonterías, con una verborrea propia de alguien que está nervioso.
Lali reía a carcajadas todas mis ocurrencias, mientras bebía su Estrella Damm. Volví a sonrojarme y ella me cogió la mano que apoyaba impaciente sobre la mesa. La acarició suavemente y sonriendo dijo: "¡tranquila, hay confianza!" Su tacto suave me hacía temblar. Su mano sobre la mía se movía lentamente y noté una exagerada humedad y tensión en mi coño. "Piensa en otra cosa Martina..." me repetía una y otra vez.
Lali sin dejar de mirarme dijo: "al café invito yo en mi casa. Está aquí mismo, al final del paseo marítimo".
Asentí sin hablar ya que no era capaz de articular palabra de lo excitada que estaba. Nos levantamos y ella me agarró de la cintura mientras salíamos del chiringuito.
Unas grandes rocas marcaban el final de la playa y el inicio de las rústicas casas de ese pequeño pueblo costero. Nos metimos entre las rocas, ya que era un atajo para llegar a su casa. El frescor de aquellas rocas mojadas era muy agradable en aquella tarde de calor. Lali me besó en el cuello, mientras me agarraba por detrás. Yo cerré los ojos presa de un placer desconocido para mí, cuando de repente, noté sus labios en los míos. En ese momento mi excitación fue tan intensa que creí que iba a correrme y tras un sonoro jadeo comencé a besarla (¡lo deseaba desde hacía horas!). Una fuerza ajena a mí misma, hacia que no pudiese despegar mis labios de los suyos. Nuestras lenguas se encontraban una y otra vez. Lali metió sus manos por debajo de mi ropa. Acariciaba mis tetas y yo metí la mano por la braguita de su bikini notando su vello púbico húmedo, caliente. Acaricié su coño y con mis dedos masajeé su vulva chorreante. Entre jadeos me suplicaba más, mientras ella metía los dedos en mi chocho que estaba a punto de estallar. Deseaba que me follara con sus dedos y que no se acabara nunca. Sus dedos entraban y salían completamente cubiertos de flujo. Yo con movimientos circulares cada vez más intensos acariciaba su clítoris erecto. Sus gemidos me indicaban la cercanía de su orgasmo y sus dedos me follaban cada vez más rápido. Yo no podía contener más aquella ola de placer y perdí el control, todo mi cuerpo palpitaba sin control y mientras, notaba en mis dedos los espasmos de Lali que jadeaba y reía a la vez. No podría precisar el tiempo que duró aquello, pero tras recuperarnos un poco, continuamos el camino hacia la casa de Lali.
Tras cerrar la puerta, unas oleadas de deseo volvieron a invadirnos. Nos sentamos en el salón y pusimos la tele mientras tomábamos café. El ruido lejano de aquel aparato no impedía nuestros besos cada vez más intensos.
Nos arrastramos la una a la otra hasta la habitación, dejando un reguero de ropa a nuestro paso. Completamente desnudas, iniciamos un intercambio de deliciosas caricias, que nos pusieron de nuevo a tono. Mis labios recorrían el cuerpo de Lali con esmero, besaba sus tetas, lamía sus pezones, su pequeña tripita, su redondo ombligo. Su coño desprendía un olor atrayente, mis besos recorrieron su vulva, mi lengua acariciaba su clítoris. Deseaba a aquella mujer que gemía con mis caricias, con mis húmedos besos. Mi lengua exploraba aquel coño que empezó a latir con fuerza. Lali había llegado al clímax, gritaba pidiendo más y a mí aquello me ponía muy cachonda (estaba excitadísima).
Mientras, Lali volvía a su ser y sacaba un dildo de su mesita de noche. Con una pícara mirada lo pasaba por mi coño arriba y abajo. Mi clítoris estaba tieso y duro y Lali lo sabía. Introdujo el juguetito en mi vagina suavemente. Mis propios jadeos me impedían escuchar nada más. Lali jugaba moviendo rítmicamente aquel artilugio, mientras movía mi clítoris con sus dedos. Aquello hizo que me perdiera completamente en un brutal orgasmo en el que las piernas me temblaban sin control. Quedé exhausta y con una sensación de plenitud que jamás había experimentado ni sentido con ninguna de mis parejas y besé a Lali sonriendo.
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