RETRATO IMPRESIONISTA 3.0
Por Eunoia
Enviado el 18/03/2025, clasificado en Varios / otros
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RETRATO IMPRESIONISTA 3.0
Me levanté de la cama y miré un instante a Martina. Dejé que mi vista recorriera su cuerpo desnudo, boca abajo, con un brazo sobre la almohada. Solamente una hora antes hicimos el amor, con la cadenciosidad meticulosa con la que Martina amaba y se dejaba amar, hasta que, agotada, se quedó dormida.
Fui a la ducha y me puse el chándal y salí al pequeño balcón. Acaricié las espléndidas hojas rosadas de las azaleas, tomé el cacillo de metal esmaltado de blanco con corazones rojos y lo llené de agua que primorosamente dejé gotear por toda la circunferencia del tiesto.
«Sólo los actos demuestran nuestro amor, Lali», me dijo cuando estábamos sentadas en el tresillo, mirando un estúpido film estadounidense que, una vez más, cansinanente, contaba una historia romántica igual que otras cien, en las que solamente cambiaba el rostro de la protagonista y el porte hierático de mandíbula cuadrada del actor de turno.
«No aman, obtienen», sentenció Martina tumbándose a lo largo, con la cabeza sobre mi abdomen. Yo levanté con delicadeza su cabeza y estiré suavemente los largos cabellos negros, dejando que dibujasen senderos paralelos, que caían desde mi muslo hacia el asiento de color fucsia. Lo dijo con seguridad, como si fuera —y debía serlo— el resultado de una meditación de mucho tiempo.
«Así —inquirí— ¿el amor se puede medir?»
Ella levantó la cabeza y me miró de la forma infantil que sólo ella podía componer, apretando los labios, con su apetecible boquita de piñón, y afirmó: «Pues, claro. Quien ama, más entrega más. Quién ama de verdad no reclama, aunque desee ser amado. Entrega; se entrega sin esperar nada a cambio. No hace de la otra persona un objeto suyo, para sí; sino que quiere ser con la otra, para la otra y obtiene al dar».
Cuando vacíe el cazito, lo volví va a dejar sobre la mesita, junto al tiesto. Regresé a la habitación. Martina respiraba dulcemente. Deslicé mis ojos por la piel blanca, desde la suave nuca hasta las plantas de los pies. Tomé una delgada batita y cubrí el cuerpo desnudo que yo adoraba, el mismo que se había desgranado en apasionados y calientes besos una hora antes, cuando besé su frente, apagamos el televisor y abrazándola la conduje a la habitación para hacerle sentir lo que yo sentí.
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