Reencuentro
Por Francisco Javier Lozano
Enviado el 19/03/2025, clasificado en Varios / otros
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Parado frente a la puerta del gran edificio de apartamentos dudaba para ingresar. El aire fúnebre de aquella mole de cemento apenas visible por la lánguida luz exterior lo tuvieron hipnotizado unos momentos; de pronto un vaho caliente venido del interior al abrirse la puerta lo sacó de su meditación nebulosa, una vez espabilado un leve escalofrío recorrió su cuerpo cuando el aire tibio se dispersó por la calle y el frío volvió a reinar.
Finalmente decidió entrar.
—Buenas noches —murmuró.
El tipo detrás de una elegante barra lo miró con severidad.
—Buenas noches —respondió pausado, tratando de confirmar sus sospechas, pero la incertidumbre notoria del visitante lo hizo confiar— ¿a quién necesita?
—Busco a M. —dijo con mayor seguridad, repuesto por la tibieza del lugar.
Después de un rato alguien pareció contestar al llamado telefónico del vigilante; mientras esperaba el anuncio el uniformado lo miraba insistentemente, aunque no por sospecha, ahora se trataba de curiosidad. Este debe venir de alguna comuna donde se las dan de berracos y acá está muerto del miedo, pensó.
—Siéntese, la señora ya baja.
Algo molesto por ser relegado al asiento mientras le otorgaban el permiso para seguir miró para todos lados; le sorprendía el orden obsesivo del escueto lugar, llegó a sentirse como si estuviera en una sala de velación, todo era tan pulcro que se alcanzó a angustiar por producirle alguna arruga al mueble de la salita de espera. Prefirió quedarse de pie.
Al rato salió ella, al verla se sintió fascinado, no era para menos después de tantos años; de pronto sintió un abrazo impensado, un extraño sentimiento de alegría lo invadió como si culminará una larga huida, era claro que el pasado lo había encontrado y le pareció grato. Mientras disfrutaba el calor del cuerpo de aquella mujer al abrazarlo su mente empezó a explorar los nebulosos momentos agolpados en su cabeza debido a su amnesia inducida. Después de unos instantes pudo verla de frente, ahí estaba ella; una extraña sensación de dicha se apoderó de él.
En silencio total escuchaba mientras subían por el ascensor. Al llegar al apartamento un peludo saltarín se le fue encima como si lo conociera desde siempre; el ambiente cambió al cerrarse la puerta y en un arranque de nostalgia volvió a abrazarla como si nunca lo hubiera hecho. La charla fue infinita, tantos relatos pendientes lo hicieron concentrarse; ella estaba emocionada y él también, pero se sintió avergonzado porque no estaba seguro de demostrarlo.
Después de un rato recibió una copa de vino llena de ramas aromáticas y algo más, las miró con atención, pensando que era posible perder un ojo con aquellas puntas foliares sobresalientes. Todo continuó sin cambios, ella recordaba lo vivido, él comentaba respetuoso; al rato llegaron varios personajes del pasado, la verdad no los recordaba, sin embargo, ellos afirmaban que sí.
La noche transcurrió envuelta en la delicia de los cuentos y la calidez de los cuenteros. Todavía llegaron otros más; no dejó de poner atención en las mujeres, no recordaba que le hubieran llamado la atención a los quince, pero le parecían espectaculares a los cincuenta, no había duda de eso. Simplemente sonrió mientras volvía a escuchar historias ocultas para su memoria de las que alguna vez fue protagonista.
Cuando salió encontró un taxi estacionado frente al edificio, antes de subir dio un nuevo vistazo y había algo de amabilidad en la mole de cemento, seguramente porque empezaba a ser parte de una historia que había decidido atesorar.
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