AIRE ACONDICIONADO 2
Por RELATOR
Enviado el 11/04/2025, clasificado en Adultos / eróticos
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Viene de Aire acondicionado 1
Empezó a moverse con delicadeza, pero con firmeza, sacando y metiendo su polla de mi culo; primero lentamente, pero poco a poco con más fuerza, sus guevas me golpeaban con su vaivén. Cerraba mis ojos, sintiendo cada embate de su verga que penetraba aún más mis intestinos, de forma que no me percaté que ya Alba y sus amantes habían terminado su faena. Y que un empuje violento de don Jaime, que me saco un profundo gemido, alertó a nuestros vecinos que nos descubrieron en el patio. Al abrir los ojos, en medio de las salvajes estocadas de don Jaime, me encontré de frente con la polla de Eber, esa cobra hipnotizadora que me seducía. Eber, parado sobre una silla dejaba su polla a la altura de mi rostro. No lo dude, y empecé a mamar semejante aparato. Mientras una verga me daba en el culo, otra ya llenaba mi boca. Eyner y Alba, solo miraban incrédulos, hasta que a ella se le soltó: doña Pamela, usted si es mucha puta. Igual que tú le respondí, soltando esa polla que era como una golosina. Eber me dijo que mientras mamaba, sacara la lengua hacia abajo, mientras el empujaba. Obedecí, y él introdujo más su pene, mientras con mi lengua lamia la parte baja de su aparato. Don Jaime no parecía cansarse con mi culo, su polla antes parecía cada más dura. Eber metía su verga cada vez más profundo; hubo un momento en que sentí una horcada, pero pude seguir, hasta tener completamente su pene dentro de mi garganta, hasta que con mi lengua le podía tocar y lamer sus testículos. Mi garganta estaba expandida con esa polla dentro de mí, que se movía muy lentamente a la voluntad de Eber. Cuando este dijo que se iba a venir, la sacó y justo salió ese chorro de semen que me inundó, tragándome lo que pude y el resto brotando de mi boca. Don Jaime nada que acababa, y ya me dolía el culo. Alba se abalanzó sobre mí, y empezó a lamer el semen que me cubría, me lamió la cara, las tetas, y terminó por besarme en la boca, beso que devolví agradecida. En eso sentí como don Jaime descarga su leche en mi interior, fue una descarga abundante, larga, que termino con un último empujón sobre la lavadora.
Eyner quería más, y nos cogió del brazo a las dos mujeres y nos llevó al comedor, desocuparon la mesa, y me hizo acostarme a lo ancho, y luego puso a Alba sobre mí, y nos dijo que hiciéramos un 69. Me acomodé y al tener el coño de Alba sobre mí, obediente me dispuse a besarlo; sus pelos estaban sancochados de semen, su clítoris estaba bien rojo, grande, rico, y me dediqué a succionarlo y chuparlo; mientras ella hacia lo mismo conmigo. Mi coño es más bien depilado, con muy poco pelo, me gusta así y a mi marido también. Su lengua me recorría con delicadeza, repitiendo la dosis que ya me había dado don Jaime; cuando siento que la verga de Eyner me penetra. Era mucho más gruesa que la de don Jaime o que la de Eber, pero más corta, y empieza a coger ritmo perforando mi vagina mientras Alba sigue chupando mi clítoris al mismo tiempo. Que sensación tan espectacular. Don Jaime, se ha subido sobre una de las sillas, y ha empezado a culear a Alba, que visión ver como a escasos centímetros esa verga taladra su ano, mientras sus pelotas golpean sus nalgas. Eber se ha acurrucado a un lado en la mesa, y se ha dedicado a chupar uno de mis senos, jugando con mi pezón, mordiéndolo con la punta de sus dientes. Estamos así un buen rato, cada uno enfocado en lo suyo; hasta que don Jaime saca su verga y apuntándome derrama su leche sobre mí. Mi semen hace juego con tus canas, me dice. Yo no dejo de chupar el coño de alba, mientras el semen me recorre por todas partes. Los besos de Alba en mi clítoris, junto con los empellones de Eyner, me arrancan un nuevo orgasmo, que me hace temblar para evidencia de todos. Eyner saca su verga, me levanta más las piernas y se dispone a perforar mi ano. Le pide a Alba que lo lama y lo embadurne con saliva, a lo que ella accede, y al inclinarse más ya no puedo seguir besándola, por lo que mi boca liberada ahora es llena por la polla de don Jaime.
Alba me satura de saliva el culo, y chupa también la polla de Eyner, que acomoda la punta en el ojete de mi ano, y empieza a empujar. La verga de don Jaime, me había dolido, pero esta sí que estaba doliendo, parecía incluso que no fuera a entrar, porque de verdad era mucho más gruesa que las otras. Después de varios intentos, se acomodó de nuevo y después de la puntica, entró todo ese monstruo que me hizo gemir del dolor. El desgraciado no tuvo tacto, su única misión era penetrar y penetrar; trataba de gritar, pero la verga de don Jaime me lo impedía. Solo las lamidas de Alba en mi clítoris mitigaban el dolor de expansión de mi ano. Era un taladro de casi 7 pulgadas que solo buscaba llegar hasta el fondo, no tan profundo como don Juan, pero con su grosor y lo que él causaba, les aventajaba en generador de placer, aunque mezclado con dolor. Levantaba mis piernas buscando penetrar mejor cada vez, hasta que estuvo completamente adentro de mis intestinos; sus pelotas pegaban en mis nalgas con cada empujón. Ya no quería que parara, solo deseaba sentirlo adentro. Por segunda vez en el día, mi culo fue lleno de semen, esta vez de Eyner. Su puesto fue ocupado por Alba, que, bajándose de la mesa, se ubicó de tal mal manera que toda la leche que emanaba de mi ano, ella se podía tragar. Mientras tanto, yo turnaba mi boca entre la polla de don Jaime y la de Eber, a la vez que los masturbaba. Alba con la boca llena del semen que salió de mi culo, se me acercó y abriéndome la boca vació su carga en mí, para luego cerrar con un beso de lenguas que se mezclaban con el semen de Eyner. Esto aceleró la acabada de don Jaime y Eber, que simultáneamente descargaron su lefa sobre las dos, cayendo sobre nuestro cabello, tetas, cara, todo. Adolorida por la última culeada, Alba y yo limpiamos nuestros cuerpos, usando solo nuestras lenguas; mientras los hombres sentados en las sillas, con sus miembros ya flácidos, solo observaban con lujuria nuestra faena.
Sonó el celular, iban a ser las 12 del día; llevábamos más de tres horas en esta locura, y era mi esposo avisándome que en 45 minutos estaría en la casa. Nos duchamos, cada uno por separado, y don Jaime y los muchachos, se fueron dejando razón a mi marido que habían tenido problemas con unos repuestos, y que no habían podido terminar el trabajo, por lo que iban a programar una nueva visita.
Visita que será motivo de otro relato.
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