NUESTRO SECRETO
Ruth encontró debajo de la puerta una hoja de papel doblada, a la vuelta del trabajo. Dejó el paraguas en el paragüero y colgó la gabardina del perchero que compró en una tienda de Ávila estando de vacaciones el verano pasado.
"Quiero tener un secreto contigo". El corazón de Ruth dio un vuelco y tuvo que tragar saliva. "Cada día viajamos juntos en el tren de las 7:35; tú lo coges antes; cuando yo subo ya estás sentada junto a la ventana, con tu libro y tu sombrero de alas. De vez en cuando miras por la ventana con ese gesto de melancolía tan tuyo. Tu rostro callado, sin maquillaje, tan fresco y natural mira a lo lejos o a lo alto. Veo disimuladamente como observas el paisaje, los arboles y las nubes. Nadie más que tú lo hace; los demás pasajeros tienen la mirada fija en sus teléfonos móviles, moviendo nerviosos las yemas de los dedos por la fría e inerte pantalla sin ver ni oír los requerimientos de la vida, pero tú eres distinta.
» No sé tu nombre e imagino muchos..., ninguno te cuadra. Si no fuera tan cursi, te llamaría mariposa, pétalo de rosa, flor del amanecer, risa del arroyo, beso cálido del alba...que sé yo. No expresan toda la variedad que emana de tu ser, ¿lo hace el tuyo verdadero...?"
Ruth sonreía calladamente, con un dedo sobre los labios. Estaba sentada todavía con el sombrero puesto mientras leía bajo la luz de la lámpara de pie que iluminaba el papel y sus manos pequeñas.
"Te puede parecer un atrevimiento y, quizá te llene de inquietud. También yo soy callado y tímido. Me he figurado decenas de maneras de comunicarme contigo en el tren, ir a tu estación, subir contigo al vagón, ir detrás de ti, sentarme a tu lado o frente a ti..., pero no me he atrevido.
»Ahora, tengo miedo de asustarte y casi arrugo y rasgo este papel. No lo haré. Te he seguido un día, no te inquietes, sólo para saber de ti, verte en otro ambiente. Por eso, te he visto llegar a tu casa. Desde la calle vi cuando encendiste las luces yendo de un cuarto al otro, hasta que corriste las cortinas y bajaste las persianas. Me alejé con un vacío peor en la boca del estómago. Por eso te he escrito esta nota que dejaré por debajo de tu puerta.
»Mañana estaré temblando como una hoja solitaria en la rama de un árbol en invierno y, seguramente, no le atreveré a acercarme donde tú estés, pasaré de largo, ruborizado y torpe..., porque así soy yo.
»Los corazones solitarios somos así... ¿A qué tú también eres un corazón solitario, un alma sensible, un ser apasionado que mantiene la esperanza de encontrar otro espíritu similar?
»Sabrás quien soy si miras en mis ojos y te ves a ti misma. Podemos compartir sueños, viajes, pasiones y fantasías juntos, tú y yo en un velero sin destino, rodando sobre unas vías infinitas. Será nuestro secreto, una vida paralela sólo nuestra, donde podamos ser cada uno quien es sin otro secreto que nuestro secreto. Una vida donde dos corazones solitarios se encuentran y deciden no separarse jamás. Donde comparten su secreto: el deseo de ser comprendidos. Y así, en esa vida paralela, entre sorbos de café, risas y abrazos, nuestras almas comenzarán a danzar, a darse la mano, intensas, vulnerables, pero a la vez seguras de haber encontrado a alguien especial, un sentir profundo, un compartir momentos. Un lugar donde cada uno puede ser quien es, sin otro secreto que nuestro secreto.
Ruth apretó la nota contra su pecho y sintió un escalofrío de complicidad, que la hizo volar esa noche en buena compañía.
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