EL MOMENTO TAN ESPERADO (parte uno)
Por Eunoia
Enviado el 15/04/2025, clasificado en Adultos / eróticos
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EL MOMENTO TAN ESPERADO (parte uno)
—preámbulo—
Había llegado ya. El tan esperado momento que había imaginado tantas y tantas veces, lo había soñado, habíalo diseñado en su mente con todo detalle...y ahora se había convertido en realidad.
Jacinta estaba tumbada a lo largo en posición opuesta a Giuliana. Sus dedos recorrían una y otra vez el vientre desnudo, peinando con sus dedos el abundante vello púbico. Quería disfrutar con sus cinco sentidos cada instante. Hacia círculos sobre los rizados pelitos, se sumergía bajo ellos, sintiendo la piel suavísima del monte de Venus, llegando hasta los pliegues y bordes de los labios vaginales; notaba su calor. Como quería prolongar aquellos momentos, se acercaba y retrocedía; volvía al triángulo espeso y estiraba algunos rizados brotes negros de vello y los frotaba entre sí, entre las yemas de sus dedos.
Giuliana permanecía inmóvil, con las piernas relajadas. Tragaba la saliva que se acumulaba en el paladar y la lengua, fruto de la excitación y el deseo que la consumían, con los ojos cerrados, sintiendo los latidos del corazón y la respiración cada vez más agitada. Llevaba meses deseando tener así, desnuda, cálida y tierna, a Jacinta sobre la cama. Y ahora quería sentir cada caricia, cada beso, percibir la calidez de su cuerpo desnudo, gozar mirándola, descubriendo cada curva y sombra en la piel morena, sus formas, sus miradas, la sonrisa entre sus labios, la chispa profunda en el iris de sus ojos...
Desde que Jacinta entró a formar parte del cuerpo de bomberos había fijado sus ojos en Giuliana, que era la jefa de operaciones del cuartel contraincendios. Giuliana tenía 31 años, ocho años más que Jacinta. Era rubia, aunque las primeras canas refulgían entre el trigueño del cabello lacio; de ojos claros, con un rostro algo aniñado; de pómulos y mejillas regordetes, con pequeñas bolsas bajo los ojos y visibles arrugas en el contorno y debajo de sus ojos, que los hacían parecer ligeramente cansados, y también en las comisuras de los labios, rosados y algo abultados. A Jacinta lo primero que le atrajo de Giuliana eran sus grandes senos y su cintura ancha pero de una robustez no flácida, su sorprendente agilidad y el halo de energía que desprendía. Cuando se presentaron intuyó un interés más allá de lo profesional en la que iba a ser su jefa. El intercambio de miradas y sonrisas, la forma en que los ojos de Giuliana, disimuladamente, la recorrieron de arriba abajo le resultaron reveladoras y quedó expectante y alterada. Más adelante fueron conociéndose más familiarmente, hasta llegar a la confianza íntima. Así, supo que Giuliana era, en realidad, tímida, no tenía pareja y, lo más sorprendente para una mujer de su edad, no había tenido relación de pareja nunca.
Jacinta, por su parte, desconfiaba de una relación heterosexual después de dos duros fracasos que la dejaron frustrada. Ahondando en su interior y recapitulando comprendió que la amistad profunda que tuvo, primero con Adri en el instituto, y más tarde en su primer trabajo con Lina iba más allá, aunque inconscientemente había corrido un velo de irrelevancia hacia su inclinación a disfrutar observándolas en la piscina o en el vestuario, cuando estaban desnuda. Del mismo modo, no había recabado en el placer que sentía cuando ellas deslizaban sus ojos por sus pechos o su sexo sin ropa. De esa manera, tuvo plena consciencia de su inclinación sexual sáfica.
Entonces coincidieron ambas en la estación de bomberos.
Una noche, cenando después de una función teatral, Jacinta a preguntas de Giuliana, le explicó que después de los desengaños había decidido que sus sentimientos estaban mejor a la espera de la persona adecuada. Y Giuliana, venciendo si introspección le confesó a Jacinta que, por inverosímil que pareciera, seguía siendo virgen a su edad. Entonces Jacinta entendió la ausencia de pareja en la vida de Giuliana; era la misma razón por la que ella rompió con las suyas. Sólo estaban dispuestas a entregarse por pasión amorosa.
Después de la cena, fueron caminando hasta llegar al piso de Jacinta, donde se despidieron. Fue entonces cuando Jacinta se quedó mirándola en silencio, antes de bajar la mirada con la cabeza gacha. Hubo un momento de electricidad cálida entre las dos. Giuliana le levantó la barbilla. Jacinta la miró con aire triste y le dijo que sentía atraída por ella. Giuliana le acarició las mejillas y le dijo que a ella también le ocurría lo mismo y terminó confesándole que estaba enamorada de ella. Jacinta sonrió, la cogió de las manos y las dos se besaron por primera vez. Fue un beso suave y delicado. Juntaron los labios, suspiraron y volvieron a besarse con los labios abiertos. Se abrazaron y se despidieron. Eso fue dos semanas antes y quedaron en verse en la casa de Giuliana.
Jacinta finalmente rozó con los dedos la entrada de la vagina de Giuliana, sintió la humedad película de flujo, un rocío caliente que impregnaba la raja cerrada. Sus dedos se untaron de la savia vaginal y se hundieron entre los grandes y carnosos lóbulos del sexo, que cedieron, abriéndose como los pétalos de una flor. Jacinta sacó los dedos y observó la capa transparente del fluido sexual de Giuliana, había abierto los ojos y contemplaba a Jacinta. Ésta la vio y sonrió, le mostró los dedos brillantes y luego los llevó a su boca; lamió la superficie gelatinosa con la lengua y los volvió a llevar a la boca vertical de Giuliana, abrió los labios de la vulva haciendo una pinza con el índice y el medio, mientras la otra mano reposaba en el musgoso felpudo de vello. Giuliana gimió suavemente y abrió los muslos. Jacinta pudo ver la delgada y translúcida membrana virginal de Giuliana. Y sintió una oleada de calor que la inundaba. Su propio flujo afloraba por entre los labios de su vagina y se deslizaba hacia los labios exteriores. Jacinta, cuando ella le había pedido hacer el amor, se había depilado cuidadosamente para su encuentro con Giuliana.
Con ternura Jacinta le dijo te quiero a Giuliana, después fue a besar la vulva abierta y aquellos melosos labios verticales, que le mojaron la boca. Jacinta sintió el suave aroma del sexo de Giuliana y el sabor salino de su flujo en la lengua.
(CUENTOS BREVES)
-del manual de la masturbación— (0)
(Continuará)
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