UNA IMAGEN
Me has atado suavemente y estoy desnudo en la cama. Como un bebé frágil, dependiente, vulnerable... y confiado.
Te acercas como la imagen de una mujer gacela, una pantera esbelta en sus movimientos pausados y sensuales. Me besas, primero tiernamente; después con pasión. Tu lengua repasa mi boca y penetra hondo, ensalivada, caliente y húmeda, serpenteante.
Mirándome fijamente te quitas el sujetador rojo y tus senos espléndidos saltan al aire. Noto mi sexo agitarse, crecer, desatando sus deseos. Luego, sinuosamente, deslizas tu braguita muslos abajo. Descubro que hoy tu mata de vello púbico ha desaparecido: tu renacida virginidad y tu monte de Venus destacan sobre la rajita y los labios de tu vulva. Mi excitación hace que mi pene se levante endurecido; el glande rosáceo vibra ligeramente.
Me acercas tus pechos con sus pezones ya tiesos. Uno a uno los llevas a mi boca. Glotón los llamo y chupo; succiono sus puntas, lamo los puntos sobresalientes de la aréola. Los exilias de mis labios y te pones sobre mi cabeza. Me deleito con el femenino aroma suave de tu vulva húmeda, lampiña, delicada. Comienzas a frotarla sobre mis labios hambrientos, una y otra vez y gimes. Yo noto tu sabor y deslizo mi lengua alrededor del delicado botón de tu clítoris hinchado. No puedo abrir tus pétalos; pero tú sí. Abres la vulva y tu vagina lubricada se expande para mi boca loca de deseo de darte placer.
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