LA PLUMA Y EL HADA

                   LA PLUMA Y EL HADA

   En el amanecer del norte, un ave celeste, cruzando al manto lácteo huido del seno de una diosa, atravesó volando la danza de las rizadas ondas, el inigualable camino de pinceladas azules, verdes y rosadas.
En su vuelo desprendiósele una pluma iridiscente, que trazó en surcos un arco iris de sutil delicadeza hasta deslizarse a los pies de un hada fabulosa. Ante los asombrados ojos del hada, la pluma mágica escribió su nombre en letras doradas e infinidad de cuentos y relatos milenarios, llameantes volcanes de fuego, suavísimos montes cubiertos de nieve, caminos de hierro que unían las planicies mesetarias y las azules aguas de las playas, el desgarro de la noche con la luz primera del alba, la llegada del ocaso con besos y abrazos. En los labios hermosos del hada se dibujó la más bella sonrisa y parpadearon sus ojos infantiles cuando vio descender la maravillosa ave que se posó junto a ella.
El hada tomó en la delicada palma de su mano los símbolos de la sabiduría de aquel bosque sagrado: la oruga y la tortuga. Y recogió la bella pluma y la introdujo en su vestido de seda transparente. Luego cerró los ojos y dejó que sus sentidos se entregarán al sonido cristalino de las aguas del manantial, que incesantemente llenaba los escalonados estanques donde croaban las ranas y nadaban los peces multicolores en su juego con las sombras blancas de las nubes.
Así, un placentero sueño se apoderó de su cansado cuerpo y la melodía que procedía del ave, allí a su lado, decía: "Tú eres el hada de las palabras. Son tus vuelos los que crean los  cientos de cuentos que brotan de tu alma. Ahora, duerme y viaja a territorios nuevos, donde te esperan inexploradas sensaciones. Tú duerme, que yo a tus pies velo el cofre de nuestros sueños".