Una pregunta flotando en la eternidad
Por Luis R.
Enviado el 17/04/2025, clasificado en Ciencia ficción
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Hace incontables años, sufrí una enfermedad incurable para aquella época. Los médicos, impotentes, decidieron suspender mi vida. Me encerraron en una cabina de hibernación, con la esperanza de que algún día, en un futuro lejano, alguien encontraría la cura.
Desperté en un mundo que no reconocí. Pregunté en qué año estábamos, pero nadie respondió. Aquellos seres se parecían a los humanos en cuerpo, pero sus rostros eran lisos, sin ojos, sin boca, sin nariz, sin oídos. Solo dos protuberancias brillaban sobre su frente como cuernecillos, emitiendo luces en distintos tonos, quizá su forma de comunicarse, de sentir, de ser.
Hoy, muchos años después de mi despertar, sigo intentando comprender, aunque ya me he integrado en esta nueva realidad. Reuniendo los pocos datos que pude obtener, hice cálculos. El resultado era siempre el mismo: habían pasado cincuenta millones de años. La sociedad había evolucionado más allá de toda forma imaginable.
Habían abandonado la idea del “yo”. Concluyeron que no existía. Buscaron desesperadamente, con tecnologías inconcebibles, una definición de la conciencia, sobre todo después de la muerte. No hallaron nada. Solo rastros, reverberaciones, pensamientos y memorias de los fallecidos, flotando en una existencia colectiva. Una ilusión más vívida que la vida misma.
Descubrieron que esa ilusión del “yo” adoptaba diferentes estados, pero ninguno era real. ¿Era el "yo" un cuerpo? ¿Una mente? ¿Una fusión de ambos? ¿O algo completamente distinto?
—Pero si soy un cuerpo— pensé, entonces soy quien lo posee y también lo poseído. ¿Cómo puedo ser ambos a la vez? Imposible.
Si tengo un cuerpo, ¿quién es ese “yo” que lo tiene?
Si hay un cuerpo en mí, ¿quién es ese “mí”?
¿Y la mente? ¿Qué es la mente? No es un objeto. En su esencia más pura, la mente —la conciencia— no es una cosa. Es Vacuidad. No tiene forma ni color, tamaño ni ubicación. No se puede limitar ni contener. Es intangible, como el espacio.
Entonces tampoco soy una mente. Ni tengo una mente. Ni hay una mente en mí.
Si no soy cuerpo ni mente... ¿cómo podría ser ambos?
Esa falta de "yo" con existencia inherente es una vacuidad, una verdad última.
Pasaron años hasta que un día lo comprendí.
Tal vez no hay un “yo” que busca respuestas. Tal vez solo hay una pregunta flotando en la eternidad.
Y yo...
...yo soy esa pregunta.
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