CUENTOS BREVES (del manual de la masturbación) (24)
Por Eunoia
Enviado el 21/04/2025, clasificado en Adultos / eróticos
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CUENTOS BREVES
(del manual de la masturbación)
(24)
GLADYS (IV)
Rosalía, sin preámbulos, se quitó el bikini blanco. Sus pequeñas tetas estaban enmarcadas por el moreno del cuello y el torso. El arco de sus muslos mostraba la separación de los cerrados labios de la vagina. Le gustaba depilarse completamente, lo que daba a su desnudez una candidez muy sensual, algo chocante con la sexualidad lasciva de su tía; con su sexo voraz, con la sabiduría de su conocimiento del placer físico.
Toda la situación, con Gladys mirando la escena hizo que mi sexo se endureciera. Rosalía se sentó en el borde de la cama, con los muslos abiertos. «Cómeme el coño», pidió. Me arrodillé y metí mi cabeza entre sus piernas, pero Rosalía me agarró y con fuerza de los cabellos y me sacó de su entrepierna. Se rió y exclamó: «Chúpame la almejita hasta sacarle todo el jugo. No tengas prisa. Quiero que te lo tragues todo». Me quedé estupefacto. Con ella el sexo se limitaba a penetrar y llegar al orgasmo..., sin más. Volví a su chocho. Lo abrí y su rosado interior olía suavemente a sexo femenino. Lo besé; besé los labios, lo lamí, alcancé la perla de su clítoris y lo introduje en mi boca succionándolo. Rosalía se agitó y me empujó con las dos manos. Yo sumergí mi lengua entre las paredes de su vagina, que ya estaban humedecidas por el deseo. Ella gimió. Llevaba el flujo ligeramente salino a mi boca y lo tragaba. La agarré por el culo y se lo levanté para clavarle mi lengua en lo más hondo. Su vagina rezumaba fluido cálido que yo saboreaba. Ella tenía los ojos cerrados.
De pronto, noté otras manos; las de Gladys por detrás, sobándome los huevos, jugando con mis pelotas. Me coloqué con las piernas abiertas y dejé que creciera mi efervescencia. Gladys hizo algo inesperado... Sentí su aliento en mis glúteos e, inmediatamente, me besó el pequeño agujero estriado. Su lengua mojó su entrada y su dedo lo acarició mientras jugaba con los testículos. No pude evitar un leve gemido... En ese momento, Rosalía abrió los ojos y miró sobre mi hombro viendo que Gladys se había unido a nosotros. Ambas se miraron con los ojos relumbrantes. Yo me separé del chocho de Rosalía, repleto de saliva y flujos. Pero ella me dijo: «Continúa, quiero correrme». Colocó sus manos sobre mis hombros y me obligó a inclinarme para que continuase el cunnilingus. Yo obedecí. «Tú, también, tía, quiero ver y participar de vuestros juegos; me pone muy caliente sólo pensarlo.
Gladys y yo nos miramos y seguimos nuestros juegos, con Rosalía de espectadora. Chupé con vigor el coño abierto y sabroso de Rosalía. Gladys agarró mi polla y me hizo una paja hasta que me corrí. Mi leche saltó a los muslos abiertos de Rosalía. Ella gimió y comenzó a jadear.... De golpe le llegó el clímax y tuvo un orgasmo tan brutal que chilló varias veces seguidas. Yo bebí de su fuente vaginal hasta que empujó mi cabeza fuera de la preciosa raja. Me dejé caer a un lado. Rosalía continuaba tocando su empapado coño. Sus dedos subían y bajaban por la raja brillante, manoseando el clítoris.
«¿Quieres probar una cosa», oí que Gladys le decía a su sobrina. «Seguro que nunca lo has probado» Gladys desapareció un momento y regresó con un par de juguetes sexuales. «¿Te enseño cómo divertirte, corazón?», preguntó mirandola pícaramente. Rosalía se echó a reír y se tumbó en la cama, con los muslos abiertos como un compás, sin dejar de manipular su chumino. Gladys se quitó la bata se sentó frente a ella, le retiró las manos y abrió con las suyas la carnosa boca del conejito depilado y chorreante de una desconocida y lujuriosa Rosalía, lujuriosa.
Excitadísimo por lo que veía, con mi cipote tieso, me arrodillé en el lado derecho de la cama y me preparé para observar atentamente y disfrutar viendo cómo se hacían el amor.
(continuará)
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