Hoy, mi diario personal

¿Por qué no soy capaz de escribir más rápido? ¿Dejar que los pensamientos fluyan y se plasmen tal como llegan a mi mente?

Sería maravilloso que, además, se redactaran sin errores ortográficos, sin fallos de sintaxis ni problemas de composición. Que estuvieran alineados con mis sensaciones y emociones. Sería una auténtica delicia poder leerlos después y sentirme bien, plena, realizada también.

¡Qué bien! ¿Será algo así la iluminación?

Qué absurdo pensar que podemos alcanzarla de ese modo. O de ningún otro.

La iluminación no es para esta vida, eso parece claro. Y sin embargo, la imaginamos, la pensamos, creemos que podremos alcanzarla en otra existencia... si sentimos que en esta ya se nos ha escapado.

Pero no. No es para esta vida. Ni posiblemente para la siguiente. Ni para la que vendrá, si es que hay más. ¿Y qué más da?

Vivir... estamos viviendo esta vida, y ésta es la única que importa hoy. Las demás no son más que ideas, ilusiones que nos alejan del presente y del ser.

¿Sabemos realmente lo que es vivir en el hoy? ¿Sabemos lo que es vivir en nosotros mismos? Parece que nos preocupa más vivirla en los demás, o ver cómo viven los demás, o estudiar las diferencias entre su vida y la nuestra.

Yo! Otra vez yo! Yo distinto de... Y nos perdemos de nuevo!

Perdidos en un mundo que nos ofrece vivir, y que nos ve distraídos pensando en por qué vivimos. Y no digamos ya en cómo vivimos.

Tan absurdo es intentar vivir mejor comparándonos con el vecino, como preguntarnos —de forma profunda, reflexiva y trascendental— por nuestro origen o nuestro destino, antes y después de la vida. Porque en esos quehaceres seguimos viviendo sin vivir. Seguimos afuera, cuando en realidad no hay ni fuera ni dentro, ni ir ni venir.

En definitiva: ¡seguimos sin comprender nada de nada!

¿No será eso, también, parte de vivir en esta etapa?

Habrá que seguir pensando. Y si podemos... ¡mejor no olvidar vivir mientras lo hacemos