Desde mi habitación, para tu deseo - PARTE 2

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Yo estaba en mi mundo, fantaseando con las fotos que iba a sacarme, cuando escuché su voz. Y entonces me incorporé un poco en la silla, giré la cabeza lentamente hacia mi papá, y esperé la respuesta. Pero no era la respuesta que esperaba mi hermana… era la que yo estaba esperando con una ansiedad casi infantil. Solo que lo que yo deseaba no era una noche de salida. Era mucho más íntimo. Más morboso.

Porque si mi hermana se iba, y mis padres —como ya sabíamos desde hacía semanas— se iban también a esa fiesta pactada desde hace tiempo… entonces esa noche la casa quedaría vacía.  Vacía. Y solo para mí.

Ese sí —cuando finalmente llegó— no fue solo un permiso familiar. Fue una señal. Fue la confirmación de que esa noche, por fin, llegaba el momento tan esperado.

Esa noche iba a ser la noche.  La de mi primera sesión de fotos.

Mi primer post.  Mi primera vez exhibiéndome al mundo.

Esa tarde, después de comer, tenía clases. No recuerdo bien de qué materia, pero lo que sí recuerdo es que no escuché ni una palabra de la profesora ni de mis compañeros. Mi mente estaba completamente en otro lado. Solo podía pensar en lo que iba a pasar esa noche… en mí, en mi cuerpo, en cómo iba a mostrarlo.

Cuando llegué a casa, todavía faltaban varias horas para que todos se fueran. Los minutos pasaban lentos, espantosamente lentos, como si el tiempo se estirara a propósito para jugar conmigo. Todo transcurría a un ritmo desesperante. Cada sonido, cada movimiento, cada minuto que pasaba, me hacía sentir más cerca… y más caliente.

Finalmente, las amigas de mi hermana pasaron a buscarla. Mientras mis padres terminaban de prepararse, yo me movía por la casa con una mezcla de ansiedad y excitación. Cuando los vi subirse al auto y alejarse por la calle, supe que no había marcha atrás. Estaba solo. Completamente solo.

Ya tenía preparada la ropa que iba a usar para sacarme las fotos. Había elegido el lugar de la casa, pensado los ángulos, la luz, todo. Me había armado el escenario mental una y otra vez en los últimos días, y ahora iba a hacerlo real. Cerré con llave la puerta… y fue como encender un interruptor dentro mío. Mi pene empezó a endurecerse al instante, como si hubiera estado esperando esa señal. Me atravesó una oleada de lujuria. Una ola de deseo me recorrió de pies a cabeza, intensa, eléctrica. Me excitaba como pocas veces me había pasado antes. Estaba por desnudarme… y mostrarme.

Entré a mi habitación y busqué el slip que tenía pensado ponerme. Me saqué el pantalón y la ropa interior. Mi pija seguía dura, tensa, como si también supiera que había llegado el momento de mostrarse. Me puse el slip: blanco, de una tela finita, tan suave como delgada, lo que lo hacía casi transparente y dejaba ver bastante de lo que había debajo.

Después me puse un jean medio viejo y nada más. Con eso empecé a sacarme las primeras fotos. Me temblaban un poco las manos, pero el cuerpo me pedía avanzar.

Al principio me saqué algunas frente al espejo, de cuerpo completo, descalzo, con el jean puesto y el torso desnudo. Mido 1,70 mts, y en ese momento hacía bastante actividad física, así que estaba bastante marcado: los abdominales se notaban y los brazos se veían firmes. No dejé que se vieran mis ojos verdes, ni mi cabello enrulado… solo mostré hasta mi nariz, mi boca y una barba de apenas un par de días.

Había algo en esa imagen parcial, en mostrar sin mostrar todo, que me excitaba aún más. Saqué algunas fotos de frente y otras de perfil. Después me desabroché los botones de la bragueta, despacio, como si también estuviera haciendo un striptease para mí mismo, y tomé algunas fotos mostrando el slip… ese slip que dejaba adivinar claramente mi pija apretada, marcada, como queriendo salirse.

Después me bajé el pantalón por completo y seguí sacando fotos. Solo con el slip. Casi transparente. Pegado a mi cuerpo, húmedo en algunas partes, marcando cada curva, cada vena. El deseo se mezclaba con la adrenalina.

Seguía tan duro como al principio, palpitante, imposible de ignorar. Había llegado el momento de mostrarla a quien quisiera verla. Me bajé un poco el slip y dejé asomar la cabeza: redonda, tensa, casi a punto de explotar. El tono violáceo dejaba ver la sangre latiendo a borbotones. Estoy circuncidado, así que la cabeza estaba completamente al descubierto, brillosa, expuesta, hipersensible. Me saqué unas fotos así, con la tela aún apretándome la base, como si luchara por contener lo que ya no podía más.

Después bajé el slip un poco más… hasta dejarla libre. Toda. Mi pija completa, desde la base, se revelaba sin ocultar nada: dura, caliente, con las venas marcadas al límite, como si fueran a estallar. Estaba tan excitado que la punta quedaba pegada a mi ombligo, sin necesidad de tocarla. Solo el deseo la sostenía en esa tensión perfecta.

El tronco, grueso y curvado levemente hacia la izquierda, se convirtió en el protagonista absoluto de mis fotos. La luz del cuarto le daba un brillo húmedo, y cada ángulo parecía resaltar algo distinto: el grosor, la forma, el pulso. La retraté desde lejos, en planos generales frente al espejo, y luego me acerqué. Primerísimos planos. Detalles. Sombras. El deseo convertido en imagen.

Y entonces vino el siguiente paso. Me saqué por completo el slip y quedé completamente desnudo frente al espejo. Me miré. Me deseé un poco también. Y saqué varias fotos más…

Ahí estaba yo, desnudo, excitado, con el cuerpo latiendo… y la cámara llena de imágenes que, hasta hacía unos días, solo existían en mi mente.

Mi primer post estaba a punto de nacer.

Pero eso —y lo que vino después, que fue todavía más intenso— lo contaré en otro capítulo…

 


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