Una tarde sin luna, dos buenos amigos cruzaron con emoción la verja oxidada de la vieja librería de libros de segunda mano.
Dentro, el polvo danzaba en el aire y brillaba con la escasa luz amarilla del local.
Felices, se escabulleron entre estanterías altas, de madera oscura, que crujían a cada paso.Reian complices, bajito, y sus ojos brillaban entre las torres de libros, muchos de ellos amontonados y descolocados en el suelo de madera de nogal.
La librería era un laberinto de papel amarillento, donde las páginas crujían deliciosamente, como despertando de un placentero sueño.
"Aquí nadie nos va a encontrar" dijo Ron, abriendo un libro. " Ni nosotros queremos salir" susurró Alma con los ojos brillantes de emoción.
Las puertas de la librería se cerraron y ambos recorrieron los estantes, ansiosos por todo lo que había a su alrededor.
Eligieron un libro al azar y lo leían en voz alta, por turnos, bajo la luz cálida de una lámpara cansada por los años.
Cada palabra y cada mirada entre ellos, daba más calor que cualquier manta.
Afuera, el mundo seguía su curso, la noche pasaba, pero para ellos, complices invisibles de aquella aventura, solo existía ese instante perfecto de cariño, donde las palabras abrazaban el momento y el amor que sentían el uno por el otro.
De repente, un estruendo rompió la magia. Alma despertó sobresaltada y con el eco de aquel ensueño aún palpitando en su alma. Apagó el despertador, regresando a la realidad fría y gris, pero con el corazón latiendo salvaje gracias al refugio de los sueños.
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