EL MOMENTO TAN ESPERADO (parte dos)

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EL MOMENTO TAN ESPERADO (parte dos)

(continuación de la parte uno)

 

Jacinta lamió los labios exteriores y hundió su lengua, presionando la membrana virginal de Giuliana. Sentía el húmedo calor de su savia femenina deslizándose sinuosamente, bajando por las paredes de la vagina. Abrió con la mano izquierda la vulva sedosa de Giuliana e introdujo delicadamente el dedo medio de su mano derecha, circunvalando los labios menores. Acarició la tela carnosa y translúcida que cubría la entrada a la vagina de su amante y empujó suavemente hasta que el himen se rasgó. Giuliana emitió un levísimo sonido gutural seguido de un jadeo. A ambos lados de la entrada de la vagina apareció un escaso reguero de líquido de color ligeramente carmesí.

Jacinta extrajo el dedo y se lo mostró a Giuliana. Las dos se abrazaron tiernamente. Después, Jacinta volvió al sexo de Giuliana y lo besó una y otra vez, cada vez con mayor pasión. Lamió toda la vulva, introdujo su lengua; chupó y sorbió aquel coño que tantos locos deseos, tantos sueños eróticos, tantos orgasmos le produjo en sus tocamientos y masturbaciones todo ese tiempo.

Giuliana se dejaba hacer. Se agitaba sobre las sábanas. Abría y cerraba la parte baja del culo; restregaba su conejito desvirgado sobre la boca llena de saliva, con la lengua de Jacinta follándolo, hurgando, bebiendo sus flujos, metiéndola y sacándola del agujero calentísimo. El meloso flujo de Giuliana se desparramaba por el interior del chocho y Jacinta lo recogía, lo paladeaba con lujuria y lo tragaba, mientras el suyo propio empapaba su raja.

El coñito rasurado de Jacinta era acariciado con gran suavidad. Giuliana, que nunca se lo había afeitado, disfrutaba al deslizar sus dedos sobre el ralo monte de Venus, la fina piel y recorriendo, sin entrar, la tibia y húmeda hendidura entre los delgados labios externos de Jacinta, cuya experimentada lengua penetra, se hunde, le hace descargar semen femenino y la hace gemir con la delicia de aquella lengua que conoce los trucos del amor sáfico. Giuliana abrió finalmente la carne del coño de Jacinta. Los labios vaginales estaban completamente cubiertos de la solución espesa del fluido sexual. Jacinta gimió sonoramente y separó los muslos para facilitar la exploración de su menos experimentada amante. Giuliana sobó el flujo y lo repartió por toda la vulva, descapulló la florecita rosada y redonda de la almejita palpitante de Jacinta y comenzó a masturbarla. Jacinta se dejó caer a un lado y cerró los ojos. La boca de Giuliana se apoderó del clítoris; sus labios succionaban sonoramente el capullito duro, tieso, ígneo y la punta de su lengua circunvalaba, subía y bajaba por el botón ya violáceo arrancando un ronroneo continuo de Jacinta. La saliva resbalaba desde el abierto higuito de Jacinta, bajando por las comisuras de los labios de Giuliana, hasta bajar por el cuello hasta sus pechos, cuyos vértices estaban tiesos y duros por la pasión. Sintió una repentina rigidez muscular en las piernas de Jacinta y un gemido que se convirtió en un quejido de placer salió de los labios brillantes de Jacinta mientras fuertes contracciones abrían y cerraban repetidamente las paredes del chochito. Entonces, Giuliana introdujo sus dedos en el agujero chorreante y masturbó enérgicamente el orificio hecho caldo lácteo, hasta que el movimiento orgásmico cesó. Luego fue Jacinta la que se apoderó del coño afelpado de Giuliana. Acarició el vello rubio, entró en la humectante raja, primero con dedos, después los sacó llenos de flujo caliente y volvió a penetrar con tres dedos; finalmente metido los cuatro dedos en el túnel amplio del que manaba un intenso y untuoso fluido. Giuliana jadeaba, se semi incorporaba para ver cómo Jacinta follaba su hambriento chumino, lo que la excitaba más. Las dos mujeres se miraban y sus labios sonreían al unísono. La lengua de Giuliana acariciaba sus labios. Jacinta empujaba y hacia girar sus cuatro dedos en el fondo del coño arrancado un gemido sostenido de su amante. De repente, Giuliana se dobló en sus y se aferró a la cabeza de Jacinta. El clímax llegó y se corrió con estertores, moviendo sus caderas con los dedos de Jacinta apretados en su seno. «Así, cariño, así mi vida, déjate ir, goza», musitaba Jacinta sin dejar de joder el ardiente agujero.

Giuliana terminó el orgasmo lentamente. «Ven, cielito», le dijo a Jacinta. Ésta se acostó a su lado y ambas se besaron. Sus bocas constituían una sola boca exploratoria, ardiente, húmeda, dos lenguas que se recorrían mutuamente, se bebían, se comían con el fuego de la pasión. Jacinta acariciaba las tetas, manoseaba los pezones grandes y carnosos de Giuliana y ella jugaba de nuevo con la boquita mojada del coño de su sabia amante. «Quiero otro, mi vida; ahora», dijo.

Jacinta montó sobre Giuliana, que recorría el dibujo de las aréolas rosadas y pequeñas de las tetas y las besaba consecutivamente. Giuliana notó sobre su vulva la húmeda figuita lleva de escarcha vaginal y ambas comenzaron un movimiento de frotación de labios vaginales, a la vez que se besaban con lujuria desatada...y siguieron así hasta la llegada de las acompasadas contracciones de un nuevo orgasmo.

(CUENTOS BREVES)
—del manual de la masturbación— (00)


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