Se descubrieron unas cuantas formas nuevas de procrear, sin necesidad de que un hombre y una mujer se juntaran como en los viejos tiempos. Ahora una mujer podía producir su propio semen y auto fecundarse, o incluso usarlo para embarazar a otra mujer. Pero el resultado era siempre el mismo: solo nacían mujeres, ni rastro del cromosoma Y. Un mundo lleno de X.
Los hombres, por su parte, se habían vuelto estériles. Un desastre reproductivo con patas. Aunque, curiosamente, si se mezclaba su semen con el femenino, se reactivaba mágicamente y daba lugar tanto a X como a Y. Un milagrito con condiciones.
Así surgieron nuevas categorías humanas:
Mujeres “self one”, nacidas de un solo parental X.
Mujeres de “dos parentales X”, como quien junta dos clones con estilo.
Mujeres de “mujer y hombre”, un toque vintage.
Y hombres de “mujer y hombre”, reliquias en vías de extinción.
En este nuevo panorama, las mujeres no perdieron el tiempo y se hicieron con el poder del Estado. Dictaduras, democracias versión X, todo muy exclusivo. La antigua paridad de género ahora sonaba como un chiste malo contado en una sobremesa. Los hombres quedaron reducidos a objetos sexuales con fecha de caducidad, y gracias a eso, aún seguían existiendo. Se les asignaron los trabajos más mundanos y menos gloriosos. Ver a un hombre como científico, filósofo o pensador era imposible, una se imaginaba al género masculino con delantal. Ahora eran expertos en tareas domésticas, eso sí, como “chico de servicio” y no como pareja. Ni soñar con eso.
El club de mar y el campo de golf pasaron a ser territorio X. Si entrabas en la Asociación de Arqueología, ni un solo hombre. ¿Y para qué?Eran tontos, su cerebro era un pelín más grande, pero lo tenían atrofiado.
Las guerras, eso sí, desaparecieron. El pensamiento lineal, marca registrada femenina, apuntaba a una dirección más estable: menos testosterona, más dopamina y endorfinas. Menos bombas, más brunchs.
La sociedad X progresaba sin mirar atrás, dejando el viejo patriarcado como un mito polvoriento. Reescribieron la historia, por supuesto: el primer ser sobre la Tierra fue Lilith, una mujer (faltaba más), y luego apareció el hombre, no se sabe cómo, por ahí. Y así comenzó el desastre, según la nueva narrativa, ya que el género masculino se reveló como una fábrica de toxicidad ambulante, si no lo contenías.
En este nuevo orden mundial, los hombres eran poco más que mascotas bien entrenadas, paseadas con correas de piedras preciosas. Un accesorio de lujo con seis abdominales y sonrisa fotogénica. Además, podían diseñarse a medida en los laboratorios “Equus”: rubio, moreno, alto, bajo, dotado o decorativo, según el gusto del mes.
La clave del éxito de esta utopía cromosómica era el orden. Pero como no todo puede ser perfecto, unos cuantos Y resentidos se organizaron. Se autodenominaban “Igriegas”, aunque parecían más un grupo de terapia con testosterona acumulada. Querían igualdad y hablaban de derechos. Las mujeres, entre carcajadas, alegaban que eran inferiores porque, si se les dejaba actuar, siempre acababan metiendo la pata hasta el fondo.
Pero ellos insistieron, y al final lograron su propio día: el 8 Masculino, celebrado el 8 de mayo, con una bandera rosa fucsia y un corazón rojo en el centro. Una estética más de San Valentín frustrado que de revolución social. A las mujeres no les importaba; les dejaban liberar testosterona para evitar motines hormonales.
Por ahora, no parece que el género masculino vaya a recuperar el poder. Pero surgió un Profeta. Se hacía llamar Penerecto, y su lema era claro: “Alquilar el miembro viril”. Si querían semen Y, que pagaran. El mensaje caló. Los Laboratorios Equus comenzaron a tener problemas de suministro. El oro blanco se cotizaba al alza.
Pero la naturaleza siempre duplica las cosas, así que apareció también una Profetisa que quería sosegar al género masculino. Se llamaba Clitoriana IV, y no por qué fuera la cuarta en su línea, si no porque le gustaba el número cuatro. Era grande, parecida a un sargento de mala leche. Resultó ser el azote de los rebeldes Igriegas. Ella se encargaría de negociar con el Profeta hasta llegar a un acuerdo.
Pero cuando lo vio, su cuerpo pegó un espasmo y rápidamente cambió de onda. En el primer encuentro decidieron hacer un retiro para meditar. Compartirían el cuarto de oración de la Abadesa y esperaban resolver el asunto en un breve tiempo.
Llevan cuatro días debatiendo y no se sabe cómo acabará la cosa. Penerecto es muy persuasivo, pero ella es muy Clitoriana (...)
A saber...
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales