Pasamos, ese verano, tres días en el Parador de Arties, en el Pirineo catalán. Habíamos elegido una ruta por Paradores muy distintos los unos de los otros, pero con un elemento común: la tranquilidad, uno de los objetivos de ese verano junto con la plácida lectura y disfrutar del paisaje.
El establecimiento tenía una pequeña piscina a la que ya habíamos echado el ojo. Solo esperábamos que el tiempo, tan variable en esta zona, nos diera nuestra oportunidad. Y así fue, tras una mañana que comenzó con una fuerte niebla y se despidió con un chaparrón, la tarde, al contrario de lo que suele ocurrir por aquí, nos regaló un sol brillante y un cielo plenamente azul.
Allí estábamos, SOLOS, estrenando ambos bañador que habíamos comprado innecesariamente días atrás en Jávea. Mery con gafas de sol, yo con una visera, porque las gorras me sientan como el culo. Mery con Cien Años de Soledad, que terminaba más por disciplina que otra cosa y yo con A Sangre Fría.
Nos tumbamos al sol. Sin comentarios. Mirada cómplice. Suena pájaro. Mirada cómplice. Pájaro. Brisa en las ramas. Mirada al cielo. Pájaros. Pájaro. Cigarrito. Mirada a Mery, para comprobar lo a gusto que se está aquí. Voz femenina: ¡David! ¡David! ¡David!
A la tercera vez que oí esa palabra, supe lo que nos venía encima. No por lo reiterativo, sino por el tempo empleado. No era un prestísimo, que habría indicado que David, de medio metro de altura, estaba haciendo algo fuera de lo habitual, peligroso o incorrecto. No, ni vivace, sino de la comprensible euforia inicial, ni si quiera andante , que sería utilizado como estrategia, inicial, tranquilizadora de la bestia. Ni lento, ni largo. Larghissimo con pachorra.
Con precisión vienesa llevabamos ya unos trescientos ¡David!, doscientos ¡David no! Y cien ¡David voy! (pero sin ir). Amenacé a Mery con poner orden mediante la vía escatológica, no me autorizó ni in extremis.
Cien más. El Tancredo que completaba el trío sí conseguía leer, prensa deportiva. Mery se dio un baño y aproveché para en voz lo más alta que pude ir dándole instrucciones: Mery por ahí no, Mery por ahí no das pie, Mery por ahí está más fría Inútil, el uno leía y la otra gritaba ¡David! Además, no parecían tener el sentido del humor requerido, solo Mery se reía. Así que desistí, me lo tomé con deportividad, que es como hay que tomarse estas cosas en vaciones y el resto del año.
David nos dio pausa y hambre durante su merienda. Tras la misma recogieron y al desfilar ante nosotros, la de Mataró nos miró y nos dirigió un Bona tarda. Yo, con la seguridad, por el plan previsto, de que pocos o ningún encuentro íbamos a tener más con el trío y una vez sopesada la corpulencia del más alto, me permití contrestarle Bona tarda nos dio el David, señora. No pudimos ver sus caras, pues el desfile ya había pasado de largo, no se volvieron, quizas yo no hablo bien catalán o no lo suficientemente alto ¡Cobarde!
A los diez minutos echábamos de menos al David y una nube negra, sin aparecer antes una blanca, ni si quiera una gris, se posó encima de mí.
JMPM 2012.
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