La víbora aparece entre el zacatal. sus ojos verdes, y su piel parda. Me mira y saca su lengua y sigue su onduloso paso y se pierde entre el zacatal del que salió.
Yo suspiro y suspiro. Miro ahora las esponjosas nubes blancas deambulando por el cielo azul. Y mi vestido guindado de la rama de el naranjo, agitado por el viento de la tarde.
Goyo dice que estoy resabrosa. Sujeta mis hombros y galopa sobre mi cuerpo trémulo. Goyo jadea. Muerde una teta mía, y me hace pegar un chillido de placer. Goyo me pica sabrosura el vientre. Ya casi se viene. Sale de mi, se levanta pronto... y yo le sigo...Pero me ayuda, jalándome del chongo y memete su palpitosa verga en la boquita. Se viene a borbotones en mi garganta... y me ahogo... y me jaloneo... me trago un poco de su leche caliente, pero me desborda otro poco de los labios y me gotea las tetas. Pero Goyo me avienta otro chorro de su esperma en la carita...toda mi carita me rocía... y yo río. Y se la chupo y mi hermano mayor dice que soy una putita hermosa...
Me meto en mi vestido guinda, relamiéndome su semen oloroso a cloro. Mi hermano me mira y se guarda la verga...
Y la víbora esa allí enroscada en una rama del naranjo que mi padre plantó cuando yo nací.
Mi abuela dice que el diablo siempre acecha cuando pecamos. Sonrío. Y Goyo no ha visto a la víbora.
Regresamos a la casa. La abuela no tarda en despertar de su siesta. Y mis padres ya llegan. Su coche pita y Goyo corre a abrirles.
La víbora pasa entre mis pies , pero no le temo, no. Cruza entre la malla metálica que divide el patio de la huerta de los Robledo.
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