De camino a casa cap 4

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El agente Rodríguez comenzó una ardua investigación para capturar al lobo que andaba suelto por la ciudad de Sevilla. Las imágenes de los autos y el trozo de cuerda eran las únicas pistas que tenía, presentía que el asesino había vuelto a actuar, esa misma semana había sido informado de la desaparición de otra chica, Marisa Pares. Los padres y su entorno cercano llevaban días sin saber de ella. Habían envuelto la capital andaluza con el rostro de Marisa, cada vez que el agente miraba la foto de Marisa sentía un escalofrío, tenía las mismas características en complexión y edad que Sara, cada segundo que pasaba estaba más convencido de que Marisa también había sucumbido a las garras del salvaje. Sin perder más tiempo, empezó una ronda de interrogatorios con todo aquel que hubiese aparecido en alguna de las grabaciones de las cámaras de la Cartuja.

Todo parecía normal, la mayoría de los sospechosos tenían una coartada corroborada, exceptuando a tres que no habían acudido a la cita. Alfonso Reina, de profesión soldador, él conducía un vehículo privado e iba sólo en el coche. Una patrulla se había pasado por su casa pero no se encontraba nadie en el interior. No estaba casado, ni le conocían novia alguna. Tampoco tenía familia cercana, o por lo menos, no conseguían un contacto que les informase sobre el sospechoso. Estás circunstancias hacían de él un candidato idóneo como ejecutor del terrible crimen, tenían que encontrarlo como fuese.

El dueño del segundo vehículo que no había aparecido era una mujer, debido a esto el detective Álvaro Rodríguez descartaba automáticamente como sospechosa a María García. El cadáver de Sara presentaba signos de violación y no se imaginaba a ninguna mujer realizando semejantes actos de brutalidad.

El tercero era el dueño de un Taxi, de nombre Inocencio Santo, por ahora había sido imposible contactar con él, aunque en esta ocasión sí que había conseguido hablar con su mujer y sus compañeros de trabajo.

Lo primero que le comentó su mujer, Bella, es que hacía tiempo que había dejado de hablar con él. Ella le abandonó una semana antes de que empezase el verano, harta de la situación en casa se marchó con su hijo, Pablo. Le contó que desde hacía unos meses su matrimonio estaba vacío, ella intentó una y mil veces reavivar la llama, pero la pasión se había desvanecido, su marido se había convertido en una persona áspera y huraña, apenas prestaba atención a su hijo y mucho menos a ella. Eran habituales los días que llegaba de mala gana y aunque nunca llegó a rozarle un solo pelo con violencia, sus gestos y respuestas aumentaban en hostilidad.

-Pero agente no me mal-interprete, nunca fue una persona violenta. Más bien se transformó en un ser desagradable, con el que ninguna mujer querría vivir por su rarezas a la hora de la convivencia- A ella se le saltaban las lágrimas mientras hablaba- Lo quiero con todo mi corazón, es el padre de mi Pablito, pero los últimos meses fueron insoportables- Tomó el pañuelo que le ofreció el agente para secarse las lágrimas- Ninguno de los dos parecía ser feliz, esto me entristecía profundamente – Se sonaba la nariz compulsivamente, el agente seguía completamente en silencio, dejando que la pobre mujer se desahogara- Cuando me casé, Inocencio era una persona amable, caballerosa y muy sociable, tenía un humor que hacía reír a todos y su cariño era infinito, para ella era la persona ideal con la que pasar el resto de su vida. – Rompió en un llanto profundo, Álvaro tuvo que reaccionar.

-No se preocupe, esas cosas pasan- Lo decía mientras le daba la mano y le acariciaba la espalda intentando expresar que comprendía el dolor que estaba sufriendo en ese momento, sin ser verdad. El agente tenía la mente en blanco, aunque era muy inteligente para la investigación criminal, su inteligencia emocional con las mujeres era prácticamente nula. Su angustia por consolar a la pobre chica disminuyó en el momento que oyó que ella quería continuar con su triste pasaje.

-Me costó muchísimo abandonarle, pero no lo podía aguantar más, en las últimos meses, sin entender por qué, había pasado de ser un marido maravilloso a convertirse en un ser silencioso y exasperante. Su hermetismo, su falta de apetencia sexual, su violenta mirada, andaba por casa con sigilo para que nadie le oyese, se ponía nervioso cuando se acercaba a ver que buscaba en el ordenador tan compulsivamente. Las horas de trabajo cada vez eran más, se iba de casa a medio día con su taxi y no volvía hasta muy entrada la madrugada, además, cuando llegaba a casa no iba a su cuarto, prefería quedarse dormido en el sillón con libros sobre la anotomía human…

-¿Cómo?- Este último detalle sacó al detective del letargo que le había sumido la mujer- ¿Qué otras aficiones tenía su marido? A parte de leer sobre la anatomía humana… – Ella se percató en seguida que el agente había pasado de ser comprensivo a realizarle un auténtico interrogatorio. Esto, más que extrañarle le asustaba.

-Pero… ¿Por qué le están buscando señor agente?- Ella había dejado de llorar, aliviando así a Rodríguez- La verdad que no sé nada de él desde hace un mes por lo menos.- Cambió su gesto- ¿No le habrá pasado algo?- La mujer hablaba sola- Las últimas semanas ya ni siquiera se pasaba por casa, creo que la ha abandonado. Yo me fui unos días a casa de mis padres, hasta que todo se arreglara… - Parecía que los dos habían conseguido calmar sus emociones, Álvaro prefirió no decirle nada de por qué estaban buscando a su marido, parecía que la señora estaba un pasando un duro trance solo con la separación, no se quería ni imaginar el número que le montaría ahí mismo, en plena Plaza Nueva, si se enterase cual era la causa de la investigación a Inocencio.

Finalmente, ella le refirió a sus compañeros de trabajo, lo mismo ellos sabrían más sobre lo que ha estado haciendo su ex marido en las últimas semanas. En concreto, debía buscar a Juan, su mejor amigo.

Él también confirmaba lo que Bella le contó anteriormente. También veía como su amigo parecía haberse desvanecido dejando solo su cuerpo. Había cambiado de rutas, hacía meses que ni siquiera se pasaba por el bar de al lado del Hospital Virgen del Rocío, dónde se reunían todos para desayunar y comentar las noticias del día. Ino, como le llamaban sus amigos, siempre era muy moderado, a él le gustaba escuchar, si opinaba, era para referirse a una noticia que no fuese deportiva, no le interesaba ni el fútbol ni ningún tipo de deporte. Por eso, cada vez que se disponía a comentar algo, todos callaban, sabían que era muy inteligente y cuando decía algo todos afirmaban como bobos.

Pero tal y como comentaban su mujer y su amigo, desde hacía unos meses Inocencio no era el que solía ser, perdido en las últimas semanas. No sabían por dónde se movía y no tenían ningún tipo de noticia de él.

El agente lo iba teniendo claro como el agua, uno de los dos sospechosos era el Monstruo Cartujano, como ya lo habían bautizado en comisaría...


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