Era ella, no necesitaba saberlo. Tal vez no recocía el rostro ni el cuerpo, pero era ella de eso estaba más que segura. Los ojos de esa niña eran angustiosos llenos de una ira reprimida llenos de una dulzura reprimida necesitaba ayuda y eso ella la estaba reprimiendo. Eran los mismos ojos que cada mañana era condenada a ver al frente del espejo, sus ojos. Un dolor inmenso se coló en su cuerpo, se adueño de él. Deseo con todas sus fuerzas no llorar ser inmune a ese sentimiento sentirse ajena a esa imagen pero no pudo. Era ella. La miraba distante a una distancia considerada, sus manos o las manos de ella, acariciaban torpemente la fría cadena de la hamaca su mirada se posaba en el suelo gris de la plaza y de vez en cuando se levantaba la miraba a su alrededor. El rostro de esa nena se fue lentamente marcando dejando rastros de dolor convertidos en moretones, si, era ella no había la menor duda. Era tan deprimente no reconocerse así misma que sobrepasaba lo ridículo, esa Tatiana que alguna vez existió en algún momento de su vida fue la protagonista de una eternidad de malos recuerdos, ya no aguantaba ese maldito sueño ya no aguantaba siempre sufrirlo de la misma manera cada vez que en su cabeza se repetía como una película en el cable, solo deseaba despertar de una vez por todas o por lo menos esa noche. Mama grito- no te vayas. Papa no me hagas daño. Sacudió ferozmente su cabeza en un gran intento de borrar por un momento ese sueño, ese recuerdo. Despertarte por favor no me dejes. Pero aun seguía ahí atormentada por ese recuerdo innecesario , quería ayudarse porque era débil y ese auto victimismo la mataba le demostraba que no estaba ni cerca de la mujer que alguna vez quiso ser, su superioridad no era más que su parte más débil disfrazada de orgullo. Despertarte Tatiana ya no aguantamos. Odiaba soñar con esa Tatiana susceptible a todo pero era lo único que la aferraba a algo aunque fuera doloroso pero era algo, en esos momentos sentía que no era un iceberg.
De una manera aturdida y desesperada se despertó, miro a su alrededor y un par de ojos estaban clavados en ella, ella se asusto pero el hombre que sostenían esos ojos no reacciono, dormía con los ojos abiertos. Que ridículo y que miedo pensó y se sonrió. El pequeño reloj de al lado de la cama mostraba las 2 de la mañana en una hora ese hombre se había a levantar sin hacer el mas mínimo ruido y se retiraría de su vida, era verdad y fue así .Casi siempre era así.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales