EL MATRIMONIO, GRAN DILEMA

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-Quiero tener un hijo-

Le aclaró, muy tiernamente

Y Manuel, sintiéndose animal sin cobijo

La miro, antes de decirle claramente

 

-Sabes que no puedo tenerlos-

-Que el Doctor hizo bien su trabajo-

-Y aunque, a tu alrededor me gustaría verlos,

munición ya no me queda ahí abajo-

 

-Pues habrá que buscar una solución,

Creó que la hora me ha llegado

Y no estoy dispuesta a perder la ilusión,

Aunque tampoco quiero nada congelado-.

 

¿Estas diciendo, lo que creo insinuado?

¿Qué quieres un donante vivito y coleando?

Le pregunto Manuel visiblemente cabreado

Balbuceando, y agitadamente respirando.

 

-Sí, y creo que tengo el modelo perfecto

Rubio, atlético y de carácter afable

Además, es un hombre circunspecto

Que para esta situación debe ser indispensable-

 

-¿Y como has pensado que va a ocurrir eso?-

Pregunta a su mujer, ansiando su respuesta

-Valorando lo que ya sabes y sin que suene muy perverso

Creo que lo mejor será la inseminación directa-.

 

Manuel masculla por lo bajo recorriendo la habitación

Y tras pensarlo un buen rato, responde a su mujer.

-Después de pensar en ello y valorar la situación,

Creo que tienes razón y si es tú deseo voy a acceder-.

 

Isabel que conoce bien a su marido,

extrañada por su pronta y afirmativa revelación,

siendo un hombre muy meditativo,

e irrefrenable amante de la tergiversación.

 

-¿Te parece bien la idea, por fin satisfarás mi ilusión?-

-No lo dudo Isabel, y además creo que nos vendría bien.

Y aunque las cosas de los críos son caras, creo que tengo una solución.

El otro día la dueña de una tienda para niños me tiró los tejos también-.

 

-Si me acostara con ella creo que podría sacarle un buen descuento-

-Ya sabía yo que no lo entenderías, que poco conoces a las mujeres-

-Yo sólo digo, que así compartiríamos de la cabeza el sustento

Y no llevaría yo únicamente en mi testa tales enseres-

 

-Isabel cabreada a su habitación va dando un portazo,

No sin antes decirle a su marido que esa noche dormiría en el salón-

Y Manuel ya más tranquilo, piensa, mientras sobre su calva remueve un brazo.

-Jeje… “Rubio, atlético y afable”. ¿y yo que soy, un esturión?


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