En aquella habitación se podía respirar la tensión sexual no resuelta.
Alexander se acercó a mí y comenzó a besarme el cuello. Sabía que eso que estábamos haciendo no estaba bien, nada bien. Era el mejor amigo de mi novio, y dentro sentía una gran culpa. Sin embargo, la lujuria era más fuerte que el sentimiento de culpa y comencé a quitarle la camisa.
Los besos que me daba en el cuello me hacían explotar por dentro. Notaba su lengua húmeda y cálida surcarme la piel. Sin dejar de besarme, me quitó el vestido y se separó para comprobar lo cierto: no llevaba ropa interior.
Eso hizo crecer un notable bulto en su entrepierna, el cual estaba haciendo que el pantalón se hiciera cada vez más estrecho. Se lo quitó, y con él los calzoncillos, quedándose completamente desnudo.
Me lancé a la cama, y me puse a cuatro patas.
-Hazme lo que quieras-Dije.
Él cogió su cinturón y me dio con él en el culo. Dejándome una marca roja en mi nalga derecha. Automáticamente dejó caer el cinturón y lamió justo en la marca, proporcionándome un relax absoluto.
A continuación noté cómo sus frías manos abrían mi trasero y a su lengua húmeda y cálida pasar por la entrada de mi ano. Temblé de placer, gemí mientras él investigaba mi interior. A continuación pasó a mi sexo, ya húmedo. Metió y sacó su juguetona lengua un par de veces y luego me dio la vuelta.
-¿Qué pretendes? -Dije, sudorosa por placer.
-Voy a hacerte mía, y no me importa de quién seas, ahora me vas a pertenecer a mí, y sólo a mí.
Para mis adentros pensé '¿por qué ha dicho eso? me ha hecho recordar a Adrián, mi novio, en el peor momento.' Pero luego noté sus dientes en mis pechos, lamiéndolos y tocándolos.
Metió un dedo en mi húmedo interior y lo movió dentro de mí, para fuera y para dentro. Yo me retorcía en la cama. Saqué su dedo, lo lamí y quise ir a por su pene, pero con una mano me paró.
-Aquí mando yo.
Me penetró salvajemente, como nadie -ni siquiera Adrián- lo había hecho jamás. Noté cómo su miembro crecía dentro de mí, y se hacía con un tamaño descomunal haciéndome gritar. Tras mi segundo orgasmo, aún con su pene erecto, me 'invitó' a hacerle una felación en la que me esmeré. Tengo práctica.
Primero lo hice rápido, para darle el subidón, luego le di besos, bajé el ritmo, y noté cómo un escalofrío le subía por la espalda. Mientras, con las manos masajeaba sus testículos y le miraba a los ojos, que él mantenía cerrados para obtener más placer. Antes de que se corriera, me tumbó de nuevo boca arriba en la cama y metió su miembro entre mis pechos. Lo movió un par de veces y se corrió en mi cara, en mi pecho e incluso manchó un poco del cabecero de la cama.
Me senté en la cama, y me limpié con un trozo de papel. Sentia culpa, necesitaba a Adrián a mi lado, pero sabía que si lo confesaba, jamás me perdonaría.
Me vestí rápido, sin despedirme de mi amante, quien me llamaba la atención desde la cama. Bajé por el ascensor y seguí corriendo. Surqué todas las calles de París con la esperanza de encontrarle. Lo vi en una cafetería, en Petite Almond, sentando mirando un menú. Al verme a través del escaparate se llevó una sorpresa. Entré empapada por la lluvia que acarreaba la ciudad.
-¿Qué haces aquí? Pensaba que estabas en el hotel.
-Te quiero -Dije, aunque sabía que era tarde- Y sé que jamás me podrás perdonar.
-¿El qué? ¿Qué pasa?
-Me he acostado con Alexander. De hecho lo acabo de hacer. -Hablé rápido,para evitar pensar en lo que decía- pero no ha sido nada, tú eres mi amor, te necesito a mi lado.
-¿Qué? -No estaba muy convencido. -¿Esta ha sido la primera vez?
-Y la última cariño, te lo juro. Por favor, perdóname.
Pero no me perdonó al instante, como soñaba que haría. Salió de la cafetería sin importarle la lluvia, sólo quería dejar de verme.
Me quedé allí sentada un momento. Si le seguía, todo sería mucho peor. Me gritaría, se enfadaría... y todo por un calentón. Había sido culpa mía.
Sin embargo, decidí salir, correr, seguirle hasta donde me llevara, porque eso es el amor.
Me choqué contra él sin querer, él venía hacia mí, y yo hacia él.
Nos besamos apasionadamente, ambos disimulando las lágrimas con la lluvia.
Y supimos que nuestro amor, podía con todo.
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