CAOS (PARTE II)
.../... Allí estaba, sí. Frente a él. Un tipo bajito y delgado, pero con un gesto de mala leche muy llamativo. Llevaba un traje gris, una vieja cartera de piel bajo el brazo y diversos trozos pequeños de cristal, plástico y otras piececitas metálicas incrustados en su cabello negro y rizado. Por debajo del mismo, deslizándose desde la sien izquierda hasta la barbilla, un fino hilillo de sangre recorría su rostro. A pesar de su estado, ciertamente penoso, y de su ira contenida, el hombrecillo dijo con la voz entrecortada y con suma educación:
- Buenos días, caballero. Vengo de parte del vecino de la puerta treinta y dos. Según parece, hace un ratito se le ha caído a usted por la ventana, cuando estaba allí de visita, este despertador.
Al mismo tiempo, el pobre hombre se señalaba la cabeza.
- ¿Tiene usted seguro de vida?, le preguntó Paulino tras unos segundos de tenso silencio.
- Pues no, respondió el hombrecillo.
- ¡¡ Pero no se quede ahí, buen hombre !! Pase, pase, haga el favor. Yo mismo le curaré esas heridas. Podría haber sido peor ¿sabe?. Hoy en día no puede ir uno por ahí sin seguro de vida. ¿Qué le parece si, en lugar de un pequeño despertador, le hubiese caído encima una maceta con un cactus enorme?
- En ese caso, supongo que ni lo cuento.
- ¡¡ Efectivamente !! Pero aún así, y a pesar de ser para usted una desgracia irreparable, su esposa e hijos, de haber sido los beneficiarios del seguro, tendrían un respaldo económico con el que afrontar el futuro.
- Pero yo vivo solo. Soy soltero y no tengo familia.
Paulino le miró fijamente. Le sujetó con firmeza por los hombros y, con voz tranquila y bien modulada, dijo:
- No diga eso. Piense en toda la gente que le rodea cada día. Ese vecino amable y servicial, tal vez. O quizás ese amigo de toda la vida, tan especial y querido. ¡¡ Vamos, vamos, piense !!
- Lo siento. Desafortunadamente, no conozco a nadie así. La verdad es que el único que me hace compañía es mi perro. Ulises, se llama. Le gusta mucho la aventura, le encanta correr por parques desconocidos y pasear en barca.
- ¿Lo ve? Ahí lo tiene. ¿Quién cuidaría de Ulises si usted, Dios no lo quiera, faltase?
- No sé, nunca lo he pensado.
- Pues perdone, pero eso está muy mal. Como beneficiario exclusivo de la póliza de vida, su perro podría seguir disfrutando de las mejores atenciones. No lo dude. Además, hoy es su día de suerte. Ahora mismo le preparo la propuesta. Y le advierto que trabajo para una de las empresas más solventes del sector.
- Pero oiga, ¿eso se puede hacer?
- Se puede y se debe. Los animales también son seres humanos.
- Querrá decir vivos.
- Vivos y muertos, no lo olvide. Porque estamos hablando del porvenir de Ulises. Y eso también incluye un entierro digno para él, en un lugar adecuado. Por supuesto, vamos a proporcionarle una solución integral y de calidad. Ande, firme aquí.
- Bueno, bueno, ¿no cree que debería pensarlo un poco más?
- Yo en su lugar no lo haría. No quisiera asustarle, pero esa herida suya no para de sangrar. Me ha dejado usted sin agua oxigenada.
- Por favor, no exagere. Sólo es un rasguño.
- Es posible, es posible. De todos modos, firme y haga que se la examine un especialista cuanto antes. Recuerde que Ulises y la prevención del riesgo son las cosas más importantes. Por cierto, ¿le he hablado de este otro seguro de asistencia médica? Es muy completo.
- Espere, espere. No se moleste. Por el momento, con el del perro tengo suficiente.
El señor bajito se fue pensando que, a pesar del percance sufrido, no hay mal que por bien no venga.
Mientras tanto, Paulino se sentía culpable. Por no haberle convencido de contratar también el seguro médico.
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