La casa del espejo roto - El sótano (IV)
Por J.M-Oliver
Enviado el 01/09/2013, clasificado en Terror / miedo
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Como loca giraba compulsivamente la cabeza intentando averiguar por donde aparecerían. Su cabeza paró en seco cuando vio que en el primer escalón de la escalera se habían amontonado una palpitante masa de ratas. Absorta como estaba no percibió que rodeándola cada vez aparecían más y más roedores.
Con los ojos abiertos como platos y sus brazos haciendo aspavientos intentaba ahuyentarlas. Móvil en mano como única arma, golpeaba el suelo y gritaba como loca. Pero aunque estaba rodeada ninguna se ponía al alcance de sus embestidas. Al menos de momento. Parecían listas muy listas y de pronto su cuerpo recibió una sacudida. Noelia durante unos dos segundos se mantuvo inmóvil y seguidamente soltó el grito más espantoso que jamás se le hubiera ocurrido que pudiera realizar. Fue la señal. En ese momento la jauría de ratas se lanzó sobre su presa.
Noelia ya no era consciente de nada, sólo de que su pierna atrapada estaba siendo devorada desde abajo. El dolor había sobrepasado el umbral de lo humano y podía notar como los roedores le mordisqueaban ya los huesos del tobillo atrapado, ya no quedaba carne en su pie, y por culpa de los barrotes y la inflamación no se desangraba ni podía escapar. Iba notando como las ratas le comían los músculos de la pierna y por fin entró en estado de shock. Se desplomó para descubrir como cientos de ellas buscaban su piel con la intención de devorarla viva.
Caer sobre su espalda hizo la suficiente presión sobre su pierna atrapada como para librarla de los barrotes, y entonces descubrió que donde antes estaba su hermosa pierna, ahora colgaban girones de su piel y musculatura, envolviendo el hueso visible del peroné. De su pié no había ni rastro. La liberación de la pierna vino acompañada de un surtidor de sangre proveniente de sus venas y esa visión fue lo último consciente que tuvo.
Con el conocimiento perdido ya no sufrió ante el festín de cientos de ratas luchando por su trozo de carne, devorando su cuerpo en cuestión de pocas horas.
A la mañana siguiente solo quedaban huesos desperdigados por el sótano, jirones de ropa ensangrentada y un móvil que no dejaba de sonar con la música de baby girl.
J.M-OLIVER 30-08-13
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