No mires atrás, de nada sirve.
O mira si quieres, es indiferente
y ya alumbra la luz del sol en la entrada de la gruta
en las postrimerías del Aorno donde habitan las serpientes.
Es una astilla lo que sientes clavada
pero es una astilla de hielo.
Sácala si quieres, escarba con tus dedos de luna
en la bajamar de los sueños;
o déjala allí que trasmita su frio
por el torrente de tu sangre hasta
las yemas endurecidas de tus dedos que tañen el arpa.
Pero hagas lo que hagas, recuerda que de nada sirve.
Recuerda una vez más que si giras la cabeza
Para buscarla, la perderás para siempre,
pero recuerda también que aunque logres
concentrar la mirada hacia la luz que presientes
ella no puede seguirte,
porque ha dejado ya de pertenecer al mundo en que la amabas.
En su ausencia es tu destino insoslayable
Levantarte para saludar a la aurora cada mañana
En las cumbres del Pangeo donde habitan las sombras
Dentro de muchos años los ruiseñores de Leibetra,
entonarán por ti dulcísimos cantos
a la serenidad de tu indiferencia.
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