Rosas rosadas

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 Si de algo me he dado cuenta en la vida es que no se necesita más que a tu familia y a tus amigos para ser feliz. Esta lección quizás la he aprendido tarde pero lo que importa es que la he aprendido, como se dice: “mejor tarde que nunca”.

 Todo empezó un viernes de otoño. Estaba leyendo un libro escondida en uno de los baños de las chicas porque Daniel Davis se reía de mí porque llevaba gafas y aparato además de que llevaba los pelos como nuestro celebre científico Einstein. Al salir del baño a última hora me tope con Cristian Mazzollini estudiante de tercer curso y él chico por el que me había colado. Paso de largo, ni siquiera me miro aunque yo si me fije en su novia Jessica Davis estudiante de tercer curso y típica animadora borde y sin corazón de instituto ¡Lo que hubiera dado por tener su físico! O simplemente porque alguien se fijara en mí.

 Aquel mismo día cuando doble la esquina vi a unos policías hablar con mi padre e intuí que no sería algo agradable y, en efecto no lo era, mi madre había muerto. Su muerte me afecto muchísimo tanto que estuve tres meses sin ir a clase pero, cuando regrese, ya no era la Luna de aparato, gafas, peinados y ropas anticuadas. Había cambiado mi aspecto. Las gafas había cambiado por lentillas, el aparato me lo habían quitado el mes pasado y el pelo me había empezado a crecer, incluso me puse unas mechas rosas que hacían un bonito contraste con mi pelo negro.

 Pronto me empecé a preocuparme más por mi aspecto físico y acabe como Jessica Davis, incluso fui peor que ella. Humillaba a todo aquel que podía, no importaba quien era simplemente humillaba e incluso me hacía sentir bien porque el dolor por la muerte de mi madre desaparecía con cada insulto, con cada cotilleo esparcido, no me daba cuenta que lo que estaba consiguiendo era el odio de todos mis compañeros y no su aceptación. Y me di cuenta de ello cuando conseguí el odio de Cristian e incluso la desaprobación de mi padre ¡Dios, juro que pensé que me moriría de la angustia! Antes era ignorada y ahora odiada, no sabía qué hacer, estaba pérdida, caminaba sin rumbo hasta que se me ocurrió una idea: El último día de clase pediría disculpas a todos y a cada uno de mis compañeros. Así que el último día de mi tercer año de instituto me subí al escenario que había en el gimnasio con un micrófono en mano y pedí perdón a todas las personas allí presentes.

  Lo bueno de todo es que conseguí su perdón y su aprobación y, volví a trabajar en mi forma física pero para encontrar un look más acorde con mi verdadera forma de ser e incluso hice un par de amigas, sin las que hoy en día no viviría y, lo más importante, conseguí el perdón de mi padre.

  Un día cuando me levante y baje a por el periódico me encontré un ramo de rosas rosadas con una tarjeta que decía:

 

 Es admirable que te dieses cuenta del daño que has causado y que hayas conseguido volver a ser esa persona amable y generosa. No todos son capaces de hacerlo, por ello, te envío rosas rosadas que se regalan cuando se sienten admiración y simpatía, en este caso mi admiración.

 

Cristian M

 

 Sin duda malgaste tres años de instituto tal y como me comporte pero, aprendí que es mejor vivir disfrutando con tus amigos y con tu familia que no tenerlos y estar amargada por conseguir la aprobación de los demás. A las personas se les cae bien cuando te muestras tal y como eres, tanto por fuera como por dentro y sobre todo hay que cuidar de nuestras familias que son lo más importante que tengamos en esta vida. Y como dijo Albert Einstein: “intenta no volverte un hombre de éxito, sino volverte un hombre de valor”

 


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