Mil pensamientos desdichados, miles de cosas sin sentido. Y yo acá, esperando aquel momento en que me dices voy a volver.
Termino de dar el oral y aun tu silla está vacía parece que tu imagen se la traga el tiempo y con tan desconsolador es la realidad, el deber admitir que es verdad. Miro al hombre que me felicita y como eterna esperanzada giro la cabeza, otra vez los pensamientos desdichados retornan sin remordimiento de dañar. Es mi propia esperanza que me mata, es mi esperanza la que quiero perder, porque con el tiempo me daña, me enfría y rompe cada área inmune de mi corazón. Y entiendo cuando cruzo la puerta al mirar a mis demás compañeros acompañados. Hoy me toca comer sola, algo rápido y fácil de digerir. Beber una copa vaciada del día anterior. Respirar el aire sucio de la ciudad. Solo me queda hundirme en el recuerdo inexistente de ese voy a volver que nunca dijiste. Enmarcar aquel titulo que sin nada te lo dedico. Pensar, que estarás orgulloso de mí. Cerrar mis ojos y dormir. Porque nunca llegaste, porque nunca me prometiste volver. Me toca cada día, cada noche repetir.
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